Capítulo 2: Un paseo accidentado


Nos reímos hasta que no pudimos más. Finalmente, el conserje vino enfurecido, diciéndonos que cómo se nos podía ocurrir armar tal alboroto en una escuela durante el horario de clase y nos echó.

- ¡Bueno! ¿Qué hacemos ahora? – me pregunta Tai jovialmente mientras caminamos por la calle

- Cerca de aquí hay un parque, podemos ir allí un rato y ya se nos ocurrirá algo - sugiero

- Vale

Caminamos charlando. Tai, como siempre, habla por los codos y yo, que soy más reservado, le escucho con interés, haciendo algún comentario de vez en cuando. Hace una mañana estupenda y el sol brilla radiante en el cielo. Realmente lo estoy pasando bien. Aunque nunca lleguemos a ser nada más, el solo hecho de tener a Taichi como uno de mis mejores amigos me hace feliz.

Llegamos al parque y nos sentamos en uno de los bancos de piedra que hay repartidos por él. Mientras hablamos, una repentina ráfaga de viento se levanta y nos agita el pelo. El de Tai, ya de por sí bastante desordenado, queda hecho un desastre. El viento se lo ha echado casi todo sobre la cara.

- ¡Demonios! – maldice, mientras yo me río

Se quita las gafas que siempre lleva en la frente para arreglarse un poco. Cuando por fin ha conseguido dejarlo como quería, echa mano a las gafas para volvérselas a poner, pero el lugar donde se encontraban está vacío.

- ¡Mis gafas! ¿Dónde están?

- ¡No lo se! ¡Hace un momento estaban aquí! ¿Seguro que no se han caído al suelo?

- Seguro, acabo de mirar

Sorprendido, paseo la mirada por el parque y veo cómo un perro se aleja con las gafas de Tai en la boca.

- ¡Allí! ¡Las tiene ese perro! – grito, a la vez señalo al can.

- ¡Eh! ¡Tú! ¡Devuélveme mis gafas! – exclama Tai a la vez que sale disparado en su persecución. Acto seguido, yo también emprendo la carrera detrás del animal.

Después de un buen rato persiguiendo al perro por todo el parque, Tai logró atraparlo y recuperar sus gafas. Estábamos cansados y sudorosos por la carrera, además de bastante manchados por unas cuantas caídas que habíamos sufrido.

- ¡Oh, genial! ¡Cuando mi madre vea como está mi ropa, se preguntará como he podido hacerme esto si estaba en clase! – dice el chico de ojos castaños amargamente

En ese momento se me ocurre una idea. Es quizá algo arriesgada, pero Tai es mi amigo...

- Escucha, si quieres podemos ir a mi casa y asearnos allí. Mi padre está trabajando y no volverá hasta la noche. – le propongo, sin poder evitar sonrojarme

- ¿De verdad? ¿No te importa? – dice él esperanzado

- Claro que no, no te preocupes

- ¡Muchas gracias, Matt! – me dice, y me sonríe de esa forma tan especial que tan pocas veces suele usar, y que hace latir mi corazón precipitadamente – eres un amigo.

Llegamos a mi casa y nos descalzamos. Todo está como lo dejé. Mientras él espera en el salón. Recojo como buenamente puedo los restos del desayuno y los meto en el lavavajillas, para luego ir a mi cuarto, hacer la cama y ordenar la habitación.

- ¡Matt! ¿Te hecho una mano? - Tai aparece en la puerta de mi cuarto justo cuando he terminado de recogerlo, ¡uf, por los pelos!

- No te preocupes, ya está todo, no había mucho que recoger – una mentira no hace daño a nadie, ¿verdad?

- Bueno, entonces, si no te importa, voy a lavarme un poco las manos y la cara y a ver que puedo hacer con esta ropa ¿Tienes toallitas quitamanchas?

- Tt...Tai – digo, tartamudeando y rojo hasta las cejas – lo... lo mejor sería que te dieras... una ducha, si nonno, no vas a conseguir nnada

- Matt, no quiero abusar de tu hospitalidad – dice Tai, serio como pocas veces le he visto -. Además, seguramente tú también querrás ducharte, quitarte esa ropa y ponerte más cómodo...

- No te preocupes, en serio, ve tú primero, a mi no me importa. Además, sino el que estaría incómodo serías tú... – le digo tímidamente

- Muchísimas gracias, Matt. De verdad – y sonríe de nuevo–. Pero me sentiría muy mal si yo fuera primero. Estoy en tu casa y... ¡Espera! Tengo una idea. Duchémonos los dos a la vez.

- ¡¡¡¿¿¿QUÉ???!!! – el comentario me viene tan de sorpresa que por poco me caigo al suelo. El corazón me da un vuelco. Si me ducho con él, probablemente mi cuerpo reaccione al verle desnudo. Tai nunca me lo perdonaría. – Tai, es que me da un poco de vergüenza...

- ¡Pero si nos hemos duchado los dos miles de veces en clase de gimnasia!

- Ya, pero es que mi ducha es muy pequeña...

- No, hombre, ya he estado otras veces en tu casa y la he visto, cabemos perfectamente los dos

- Pero...

- ¡No pasa nada! Los dos somos chicos. ¡Vamos Matt! No tienes nada que yo no haya visto ya

- E..Está bien... – No me quedan excusas y no tengo más remedio que acceder. ¿Qué haré? No sé si sabré mantener el control. Si ocurriera, perdería la amistad de la persona a quien más amo, perdería a uno de mis mejores amigos,...

Le doy una toalla, y él va a otro cuarto a ponérsela. Mientras, yo me pongo mi albornoz y me dirijo al cuarto de baño. Una vez allí, me quito la prenda y me meto en la ducha. Abro el grifo del agua caliente. El líquido cae sobre mi espalda, relajándome y limpiando la suciedad. Reúno fuerzas, tendré que recurrir a todo mi autocontrol. Ojalá salga bien...

El ruido del picaporte girando interrumpe mis pensamientos. A través de la mampara empañada, veo una silueta que entra y cierra la puerta.