Capítulo 3: Sentimientos liberados


- ¡Matt! ¿Estás ya dentro? Voy a pasar

- De acuerdo – digo, pero creo haberlo dicho en voz tan baja que no se si me ha oído.

La silueta se agranda cuando Tai se acerca. La mampara se corre hacia un lado y allí está el. Durante un momento, le observo en toda su magnificencia. Su cuerpo es inmensamente más bello desnudo que vestido. Unos músculos desarrollados por el deporte; una piel tostada por las tardes al sol, los ojos profundos y siempre alegres y el pelo castaño, un poco más pegado a la cabeza, aplastado por la humedad. Un pene bien proporcionado, grande, esbelto... Entre la neblina creada por los vapores del agua caliente, me parece una aparición, un ángel del cielo. Pasa a la ducha y cierra la mampara.

- ¿Ves? No pasa nada, ya nos hemos visto así muchas veces, hombre. Por cierto, ¡que fuerte estás! Nunca me había fijado, tú también debes hacer ejercicio ¿eh?

- Sí, gracias... – por suerte, el agua caliente disimula un poco mi sonrojo. Nunca me habían dicho algo así. Control, control... No puede pasar ahora...

De momento todo va bien, he conseguido mantener la calma, pese a tenerle tan cerca... Dejamos que el agua nos moje la cabeza y el cuerpo. Ahora su piel bronceada está reluciente por el agua, y tiene el pelo echado hacia atrás, aplastado por el agua. Es más largo de lo que parece cuando está seco. Dios mío, es tan...

En ese momento, noto una mano contra mi espalda. Un rayo atraviesa mi cuerpo, mi corazón late enloquecido y doy un respingo.

- Espera, Matt – oigo su voz detrás mía -, te ayudaré a enjabonarte la espalda. Es lo menos que puedo hacer después del favor que me estás haciendo.

Sus manos contra mi espalda empiezan a frotar suavemente. Su piel está caliente y es suave, más de lo que había imaginado, y ahora recorre la mía en movimientos circulares, sensuales, esparciendo el jabón por mi cuerpo. Es más de lo que puedo soportar. La sangre se agolpa en mis mejillas y en mi miembro, provocándome una considerable erección.

- ¡Matt!

- Tai, yo puedo explicártelo, yo soy... yo estoy... Lo siento, Tai – le digo desesperado y derrotado

Me doy la vuelta, sin atreverme a mirarle a la cara. A mi alrededor todo es silencio y oscuridad. Entonces oigo el sonido de la mampara que se abre y después se cierra. Todo ha terminado. Probablemente ahora se esté vistiendo y pronto habrá salido de la casa... y de mi vida. Me acurruco en el suelo, dejando que el agua caiga sobre mí y se mezcle con mis lágrimas, que no salen de mis ojos, si no de mi corazón.

Algo toca mi hombro. Es suave, cálido, aunque deja una sensación de frescor sobre mi piel. Recorre mi hombro y mi cuello delicadamente, con ternura. Son unos labios, que se detienen en mi oreja y mordisquean el lóbulo sensualmente. Entonces oigo esa voz conocida, pero algo ha cambiado. Algo en su timbre es distinto, más íntimo, más tierno.

- Matt, te amo – susurra en mi oído

Unas manos agarran mis hombros y me voltean. Me veo reflejado en esos ojos marrones que me miran con una intensidad que jamás antes había percibido en ellos, penetrando en mi alma y descubriendo secretos que apenas yo mismo conocía. La expresión de su cara es un reflejo de la que vi en mí cuando me miré en sus ojos: una mezcla de felicidad, alivio, deseo.

Ya no hay nada que temer... Sin querer evitarlo más, uno mis labios con los suyos en un beso profundo, nacido del alma. Él introduce su lengua en mi boca y juega con la mía. Se buscan, se encuentran. Finalmente, la falta de aire nos obliga a separar nuestros labios.

- Tai, yo...yo también te amo – le confieso – Te amo desde nuestra aventura en el mundo digimon. Me enamoré de ti... Y, pese a saber que jamás te lo diría, a creer que nuestro amor era imposible, no pude apartarme de ti. Tu valor me dio fuerzas para continuar.

- Yo también me enamoré de ti – me responde con una mirada cálida – tu amistad caló en mi alma más que cualquier otro sentimiento. Y después se convirtió en algo más....Pero tenía miedo de decírtelo, no quería perderte

- Lo se, porque yo sentía lo mismo

- Matt...

- Tai...

Nos abrazamos fuertemente, como si quisiéramos unir nuestras almas para siempre con ese abrazo. Acaricio su pelo húmedo, entierro mi cara en su cuello. Esta vez él me besa a mi, más lentamente que antes, disfrutando cada instante de esa unión.

Entonces el empieza a comerse a besos mi barbilla y después desciende por mi cuello. Noto su lengua sobre mi pecho, sensual, cálida. Sus dedos alrededor de mi cintura, acarician mi espalda centímetro a centímetro. Yo cierro los ojos y me dejo llevar. Sus manos tiran de mí hacia abajo. No me resisto y me siento. Extiendo los brazos y paso los dedos por los surcos de  sus abdominales, subo mis manos hasta su pecho y pellizco ligeramente sus pezones, que se endurecen al instante, provocándole un gemido.

Su boca, sigue descendiendo. Se detiene un momento, juguetea con mi ombligo, provocando en mí un placentero suspiro. La pasión me invade. Entonces, el empieza a acariciar mi masculinidad. Mi respiración se entrecorta y las oleadas de placer empiezan a sucederse cada vez más rápido.

- Tai, sigue así… – le ruego. Muevo las caderas para adaptarme a su ritmo - ¡Oh, Tai! - Entonces, justo cuando creo que no voy a poder aguantar más, él se detiene.

- Tai, ¿por qué...?

- No creerías que iba a dejar que acabara tan pronto ¿Verdad? – me dice y me sonríe con picardía

- ¿Acaso creías que te iba a dejar en paz tan pronto? – le digo con algo de descaro, algo impropio en mí

Los dos nos reímos. Me siento tan feliz con el a mi lado. Es un sueño, un sueño del que no quiero despertar nunca.

- Tai, antes de continuar, ¿por qué no vamos mejor a mi habitación? – sugiero.

- Sí, buena idea

Terminamos de ducharnos entre caricias, besos y juegos picantes y nos dirigimos a mi habitación. Tai se quita la toalla que llevaba puesta. Dios, es tan perfecto… Su cuerpo aún está húmedo y unas gotitas de agua perlan su cabello y su espalda. Su gran miembro está erecto y preparado, al igual que el mío.

Yo me despojo de mi albornoz y me tumbo en la cama. Entonces él se acerca despacio, sin dejar de mirarme a los ojos ni por un instante. Se tumba a mi lado en la cama y apoya su cabeza sobre mi hombro.

- Te quiero…

- Yo también – entierro mi rostro entre su cabello y aspiro su olor límpido. Le beso de nuevo y juego un poco con sus labios entre mis dientes. Mi erección aumenta aún más, tanto que casi duele. Acaricio una vez mas su torso, su vientre y mis manos se enlazan tras su espalda. Pero Tai se separa de mí y cambia de postura, dándose la vuelta, de forma que su pene queda ante a mi rostro y el mío frente al suyo. Comprendo inmediatamente cuales son sus intenciones, pero ya es tarde.

Antes de que pueda reaccionar, él ya ha introducido mi hombría en su boca. Todos los músculos de mi cuerpo se tensan. En respuesta, cojo entre mis manos sin perder tiempo su gran miembro y lo tomo en toda su longitud, luego empiezo a mover mi cabeza hacia arriba y hacia abajo, acariciando con mis labios cada centímetro de su virilidad. Tai emite un gemido apagado y redobla sus esfuerzos, acelerando el ritmo.

Ahhh… - las descargas son cada vez mas intensas y ambos alcanzamos un ritmo cada vez más veloz. Su erección ha crecido aún más, alcanzando proporciones gigantescas. Paso mi lengua a lo largo de todo él, frotándola contra su piel. Entonces llega el éxtasis. La sensación se hace insoportable y, con un grito de puro placer, eyaculo en la boca del portador del emblema del valor. Mi semen blanco y cremoso sale de mi miembro en varios disparos y pronto rebasa la capacidad de su boca, resbalando por sus labios y cayendo a lo largo de mi pene.

- Matt… eres increíble… - le oigo susurrar. Entonces, paro de mover la cabeza sobre su miembro - ¡No! ¡No pares ahora!

- Tai, escucha, ¡quiero que me tomes! – Digo con vehemencia – No deseo otra cosa ¡tómame como nadie lo ha hecho hasta ahora!

- Matt, ¿estas seguro de que eso es lo que quieres? – Su voz suena insegura – Es mi primera vez y podría hacerte daño

- No importa, tú hazlo, quiero sentirte dentro de mí y sentir todo tu amor

- De acuerdo, Matt, lo haré con cuidado. – Tai se prepara. Yo me recuesto y separo bien mis piernas para que le sea más fácil entrar. Entonces, se detiene un momento, pensativo -Oye, ¿tienes preservativo?