Capítulo 5: Noche mágica
Pasamos parte de la noche sentados los tres en el sofá, viendo una película que echaban en televisión. Por desgracia, la madre de Tai se sentó en medio, separándonos a él y a mí. Por fin, al cabo de un rato, se levantó perezosamente del sofá.
- Bueno, chicos, me temo que tengo que dejaros. Vosotros no iréis a la escuela, pero yo sí trabajo mañana. Bajad un poco el volumen de la tele, y apagadla cuando terminéis. No os acostéis muy tarde de todas formas. Buenas noches se despide
- Buenas noches, señora Yagami correspondo
- Buenas noches, mama dice Tai
Después de entrar al baño a cepillarse los dientes, la madre de Tai se dirige a su cuarto, que está en la planta baja del piso.
- Por fin solos digo en voz baja a mi amado Taichi
- Sí susurra él junto a mi oído -. Por fin solos - se acerca un poco hacia mí y apoya la cabeza en mi hombro. En seguida, yo paso mi brazo por detrás de su cuello y recuesto mi mejilla contra su pelo crespo. Estuvimos así durante el resto de la película, sintiendo el calor que nos proporcionaban nuestros cuerpos juntos. Finalmente, el film llegó a su fin.
- Bueno, ¿nos vamos a dormir? de nuevo aparece la mueca de malicia en su rostro.
- Amor mío, no pretendo ser aguafiestas pero te recuerdo que tu madre está en casa digo, un poco preocupado si hacemos ruido, podría traerte muchos problemas
- No hay de qué preocuparse responde Tai, despreocupado mi madre tiene un sueño muy profundo, además, duerme en el lado opuesto de la casa y en el piso de abajo. Nosotros dormimos arriba, Matt.
- Entonces creo que esta noche dormiré bien le digo irónicamente, y subimos abrazados las escaleras.
Una vez en el cuarto que comparten Hikari y su hermano, Tai empieza a quitarse la ropa con movimientos sugerentes. Su espalda queda al descubierto otra vez y mi cuerpo empieza a reaccionar de nuevo ante tal visión.
- Ah, Matt, creo que no te lo había dicho, pero en mi cuarto hace bastante calor y yo duermo siempre sin pijama - termina de desvestirse, y su cuerpo queda desnudo, exceptuando unos boxers ajustados de color oscuro que le quedan francamente bien.
- Bueno, como comprenderás, yo no pensaba quedarme y no he traído pijama - le digo mientras sonrío. Su labio superior derecho se curva en una media sonrisa.
- Vaya, que lástima entonces tendrás que dormir como yo
- Sí, al parecer así es ¿te importa? le digo, mientras señalo mi camiseta. El entiende inmediatamente lo que quiero decir y se acerca, agarra los bordes y tirahacia arriba, despojándome de la prenda. Entonces me quito los zapatos y después los pantalones, quedando como él, solamente en boxers, pero los míos no son ajustados. Entonces me fijo Uhm, vaya Tai, has crecido ultimamente
- ¿Eh? dice el, desconcertado, entonces mira hacia abajo, siguiendo la dirección de mi dedo: su excitación es considerable Vaya - creo que es la primera vez que lo veo así de sonrojado, y la verdad, le sienta muy bien - Oye, tú tampoco te has quedado corto ¿Eh?
- ¿Cómo? miro hacia mis boxers. Están bastante abultados Bueno, estoy en edad de crecimiento ¿No? Le digo a la par que me río y le guiño un ojo.
- Pues se te están quedando pequeños, querido dice él, y de pronto se agacha, engancha la tira elástica con los dientes y tira hacia debajo de ella. Un escalofrío recorre espina dorsal. Acto seguido, él se desprende también su última prenda, quedando nuestros cuerpos desnudos uno frente al otro. Durante un instante, nos miramos a los ojos. Luego yo subo por la escalerilla de la litera, a la cama de arriba.
- Eres un hombre de alturas, al parecer dice sensualmente, mientras sube él también y se echa sobre mí, acerca su rostro al mío y me besa. Yo correspondo a su beso e introduzco la lengua en su boca, jugando con la suya.
El chico de cabellos de color de otoño pasa sus brazos tras mi cuello y empieza a acariciar mis hombros suavemente. Yo entrelazo mis manos tras su espalda y siento su piel suave junto a la mía. Su miembro contra mi vientre y el mío contra el suyo.
Beso tras beso, caricia tras caricia, la pasión aumenta. Con cuidado, jugueteo con su oreja entre mis dientes y echo mi aliento sobre su cuello. Él está cubriendo de ósculos mi pecho y entonces se detiene deliciosamente en cada una de mis tetillas, pasando la lengua sobre ellas.
- Tai, ahora - digo entrecortadamente Termina lo que empezamos antes.
- De acuerdo susurra él en mi oído, y saca de debajo de la almohada la caja que compró antes. La escondí aquí cuando llegamos
- Lo tenías todo planeado, ¿verdad? Él me sonríe Pero seguro que esto no lo esperabas.
Con un rápido movimiento, le quito la caja de las manos y saco un pequeño envoltorio de ella. Lo abro y una pequeña goma enrollada cae sobre la palma de mi mano.
- Ven aquí digo a media voz, sugerente. Él no se resiste y se acerca. Entonces, me coloco el pequeño aro entre los labios e, inclinándome, tomo su miembro en mi boca, desenrollando a la vez el condón a lo largo de él.
Un gemido entrecortado escapa de su ser, ante el inesperado aguijonazo de placer, y su excitación aumenta de tamaño aún dentro de mi garganta. Con delicadeza, él la extrae poco a poco y queda sobre mí de rodillas. Un dios ante su vasallo.
- Ya no puedo aguantar más digo - ¡Tómame ahora!
Con una quietud casi solemne, mi amado, prendidos sus ojos castaños den mi mirada azul, se acerca y agarra mis caderas, subiéndolas un poco y separando mis piernas para facilitar la entrada. Entonces, se aproxima a un más y comienza a presionar poco a poco contra mi orificio. Todo mi cuerpo se tensa ante aquella intrusión a la que no está acostumbrado, oponiendo una resistencia involuntaria. Tai presiona con un poco más de fuerza, impulsando sus caderas hacia delante. Finalmente, su miembro erecto se introduce en mí. El dolor se adueña de mí y me obliga a exhalar un grito ronco y bajo, mientras las lágrimas se escapan entre mis párpados apretados. En ese momento, el se detiene.
- ¿Estás bien? ¿Quieres que me detenga? No quiero hacerte daño dice preocupado.
- No, Tai, sigue, por favor, quiero que continúes logro decir con esfuerzo
- De acuerdo contesta, inseguro. Empuja un poco más y entra en mí en toda su longitud. Puedo sentirle en mi interior, vibrante y excitado. Entonces, empieza a extraerla y luego a introducirla otra vez, aumentando cada vez el ritmo un poco más, en un movimiento constante de vaivén. Lentamente, el dolor empieza a transformarse poco a poco en placer, un placer como jamás había sentido antes. Finalmente, consigo adaptarme a su ritmo. Entonces agarro mi propia masculinidad y empiezo a masturbarla con movimientos delicados, hacia arriba y hacia abajo, cada vez más deprisa. El éxtasis inunda mi ser.
Mis músculos empiezan a relajarse, a la par que todo mi cuerpo disfruta de las sensaciones que mi amado provoca. Abro los ojos y los prendo en su mirada, que desborda placer y amor a partes iguales. Él también está disfrutando tanto como yo. Por fin, placer y dolor llegan a su punto culminante, y Tai aumenta el ritmo aún más. Las oleadas de placer recorren mi cuerpo con una intensidad infinita y finalmente, con un último empujón, seguido de un desgarrador gemido, Tai llega al orgasmo, provocando el mío también, derramándose al momento mi líquido, blanco y espeso sobre mi vientre.
Fatigado, Tai cae hacia adelante jadeando sobre mi pecho. Yo le abrazo con fuerza, también exhausto. Sólo soy capaz de sentir por este chico, que me ha robado el corazón y el alma, amor y deseo, pues él ha colmado mis ansias más anheladas.
- Yo siento haberte hecho daño, Matt susurra, cuando al fin recobra el aliento En ningún momento quise pasarlo bien mientras tú sufrías dice acongojado.
- Ni todo el dolor del mundo podría compensar lo que me has hecho sentir esta noche, Tai le digo con ternura Sólo me dolió al principio, cariño. Después, todo fue bien. Además, me siento feliz de haber podido conseguir que disfrutaras.
- Durante un momento, sentí que me inundabas, te sentí a mi alrededor claramente, como si fuéramos un solo ser. Fue maravilloso, Matt dice, a la vez que toma entre sus dedos uno de mis mechones rubios.
- Yo también lo sentí, amor mío - digo, mientras estrecho mi abrazo alrededor de su cintura. Permanecimos así abrazados el resto de la noche, y por fin, al cabo de un rato, la oscuridad aterciopelada y cálida nos arropó y nos sumió en el sueño.