Capítulo 1: Amigos


Ellos se conocían desde niños, de hecho, eran los mejores amigos, pero algo diferente estaba ocurriendo entre ellos, y Camus lo presentía.

//Qué demonios es esto?/Por qué no puedo dejar de pensar en él?//

- Hey Camus, estás bien? -preguntó Afrodita, Santo de Piscis, quien hacía rato lo observaba desde su templo

- A qué te refieres?

- Andas muy pensativo, más de lo usual, pasa algo?

- Claro que no, no te preocupes-dijo Camus, aunque él tampoco estaba muy convencido de ello.

- Vas a entrenar?

- No, hoy no, pero los acompañaré un rato.

- Vamos, entonces.

Al rato llegaron al campo de entrenamiento, los demás santos dorados ya se encontraban allí. menos él. Camus sintió un vacío en su interior cuando Aioria le preguntó.

- Y Milo?

- Yo que sé?

- Vamos Camus, eres su mejor amigo, dónde está?

- No lo sé Aioria.

- Bueno tal vez está ocupado-dijo M.-Esperemos por si aparece más tarde.

Los santos que iban a entrenar se organizaron en parejas y empezaron, mientras los demás los observaban. El entrenamiento pronto acabó, pero Milo nunca llegó. Camus además de preocupado ya estaba furioso.

//Dónde demonios está? //Y a mí que me importa, por qué me preocupo?// y trató de olvidar el asunto.

- La cena es en mi templo-dijo Aldebarán-No lo olviden

-OK-dijeron los demás; mientras se despedían Máscara de la Muerte se acercó a Camus:

- Si ves al insecto pregúntale qué le pasa, ha estado muy distraído y con eso de que hoy no vino, ya todos nos estamos preocupando.

- Por qué no se lo preguntas tú?

- Simple. Tú eres el único a quién él no le enterraría su Aguja Escarlata.

Camus sólo pudo mover la cabeza aceptando, luego se marchó.

En la noche, durante la cena, Milo tampoco apareció. Ahora la situación era insostenible para Camus. Necesitaba verlo, debía verlo, saber dónde estaba y qué estaba pasando. Milo nunca se iba sin avisarle y menos aún, desaparecía.

//Dioses Milo, dónde estás?// En medio de sus pensamientos, el cosmo del Santo de Escorpio le avisó que ya se encontraba en su templo.

- Adiós, me tengo que ir.

Los demás también habían notado la presencia del otro santo y supieron lo que Acuario hacía. Además, ya era hora de que empezaran a aclarar cosas entre ellos. Así que simplemente asintieron.

- DONDE DEMONIOS ESTABAS??-Gritó Camus muy molesto.

- Ocupado.

- Milo...

- Ya te lo dije: Ocupado.

El santo de Acuario se sintió terrible. Milo mentía, ambos lo sabían, pero por qué, qué le ocultaba?

- Milo-le dijo en un tono más conciliador-todos estábamos preocupados.

- Mhh.

- Dime por favor, dónde estabas?

- Por enésima vez Camus, estaba ocupado, ahora si me disculpas, quisiera dormir un poco.

- te traje algo de comida de la casa de Aldebarán. Come antes.

- Déjala.... y gracias.

Camus se marchó terriblemente deprimido. Mientras Milo se quedó muy pensativo.

- Bueno, es definitivo, estoy enamorado de Camus; lo amo más que a nada. Él cambió mi vida. Aún con su frialdad y autocontrol, él mueve todos los hilos de mi ser. Diosa, y él ni siquiera se entera. Qué voy a hacer? No puedo simplemente decirle: Oye Camus, adivina qué, estoy perdidamente enamorado de tí. O si? Dioses qué voy a hacer?

La media noche llegaba y Milo no pudo aguantar más. Se levantó y se dirigió al templo de Acuario.

- Puedo pasar?

- Claro-Y Acuario trató de ocultar que había llorado. La indiferencia de Milo fue más de lo que pudo soportar, por primera vez en su vida había llorado por alguien, por él, por su amigo. Por el ser que amaba. Ya todo estaba claro.

Milo finalmente entró y no pudo evitar ver que Camus había llorado y que posiblemente su rudeza había sido la causa. Así que sin detenerse a pensarlo, tomó el rostro de Camus en sus manos y se acercó, lo único en lo que pensaba era en aliviar el dolor de su amigo, y el propio, luego comenzó a besar sus ojos, su rostro, y por último sus labios. Camus no pudo responder con palabras, todo su ser ya lo hacía por él. Le encantaban las caricias de Milo, tenerlo cerca.

- Milo para por favor

- Pero...

- Para

Milo lo soltó, un poco apenado por su osadía

- Desde hace cuánto...tú...sientes....- y no alcanzó a terminar.

- Hace algún tiempo.

- Por qué nunca dijiste nada?

- Y qué crees, que es muy fácil?

- Milo, yo...

- No digas nada, lo sé. YA lo sé.

Y acercándose a Camus, volvió a besarlo con todo lo que su ser sentía por el caballero de los hielos, quien no pudo menos que responder de igual manera.