Ikki x Hyoga

Empezar de nuevo

Por: Margarita


Hacía meses que no los veía. Hacía meses que se había alejado de sus "hermanos" para poder curar sus heridas. Ahora, los amaneceres eran distintos. Su vida era distinta. Reencontrarse con su pasado en la Isla de la Reina Muerte le enseñó a amar con una pasión desconocida el futuro que tenía enfrente.

Shun, su hermano, su luz. Había pasado tanto tiempo. ¿Cómo estaría? ¿Habría cambiado mucho? Dioses, cómo extrañaba su sonrisa. Él era el único capaz de sacar lo mejor del Ave Fénix. Sólo él. ¿Y los demás? ¿Cómo estarán ellos? Seiya, Shiryu, Saori, Hyoga. En las últimas semanas cada vez que pensaba en ellos, su corazón saltaba de alegría. Ahora ellos también alegraban su vida. Jamás lo diría, por supuesto, pero su sentimiento era tan real como su nueva vida.

Al llegar a la entrada de la mansión Kido, sintió el corazón latir muy rápido. Era una ansiedad desconocida para él. Finalmente entró. La mansión estaba vacía, sola, no esperaba eso. Pero tampoco importó. Sólo quería ir a la que alguna vez fue su habitación para descansar. Entró en la casa y la encontró a oscuras.

- ¿Quién anda ahí?

Escuchó una voz a sus espaldas, una voz fría y muy segura.

- ¿A quién le interesa?

- ¿Ikki?

- ¿Hyoga?

Ambos jóvenes se quedaron callados, de repente hubo luz en la habitación (Hyoga la encendió) e Ikki se dio cuenta que estaba en el salón principal. Al cambio de luz Ikki tuvo que cerrar sus ojos. Cuando los abrió vio bien a su amigo. Y recordó, cada vez que se encontró a solas en la isla, durante los últimos meses, y pensaba en su hermano, no podía evitar pensar en el ruso también. Había cierta conexión entre su hermano y Hyoga. Entre él y Hyoga. El ruso lucía cansado y tenía su pelo revuelto, tenía una camisa azul fuerte, sin mangas y jeans negros, además estaba descalzo. Parecía que se había quedado dormido allí mismo. Se veía muy bien. MUY bien.

- Bienvenido-dijo mientras bostezaba-Perdona pero no te esperábamos. Shun y los demás están en China con Shiryu.

- ¿Por qué no fuiste...pato?

- No quise-contestó-Y no me llames pato.

Cómo lo sacaba de quicio el estúpido del Fénix. Pero, ¿por qué habría vuelto? Hacía meses no sabían de él, y ahora de repente se aparecía. Típico. Qué largo iba a ser estar con el insoportable de Ikki. De pronto se quedó viéndole. Acababa de sentarse en una de las sillas individuales. Se veía tan tranquilo. Su mirada era distinta. ¿Cuánta veces se había quedado mirándole solo para tratar de descubrir qué pasaba en su interior, y ahora veía esto? ¿Qué le habría pasado a Ikki?

- ¿Ya comiste?

- No.

- Te traeré algo.

- ¿Y es que ya cocinas, ruso?-Cómo le gustaba molestarlo.

- No, pero soy excelente para pedir comida por teléfono.

Después de un rato, Ikki se sentía mucho mejor. Estaba en lo más cercano a un hogar que conocía. Y además, con la persona más cercana a su hermano.

- ¿Por qué fueron a China?

- De visita. Shiryu quería que pasaran el verano allí.

- ¿Y por qué no fuiste?

- Tenía asuntos pendientes aquí.

- ¿Trabajo o amor?

- Ambos, tal vez (amor al trabajo diría yo)-pensó Hyoga.

- Oops, lo siento.

- ¿Ahora pides disculpas? Si que estás raro, Ikki. Eres amable, te disculpas. Te caíste y tu cerebro se dañó, ¿o qué? Mi amor es mi trabajo, no tengo tiempo para más (y ahora, ¿por qué le doy explicaciones?)

- Estoy cansado. Si no te molesta me voy a mi cuarto. Gracias y hasta mañana, Hyoga.

Hyoga solo pudo asentir. Si eso era lo que quería, bien. Sabía que Ikki era de pocas palabras y menos explicaciones, y al parecer ya las había gastado todas. Ahora era oficial, algo le pasó a Ikki durante su ausencia. Hasta le dio las gracias, lo llamó por su nombre. Confirmado, algo muy, muy, extraño había pasado.

Después de instalarse en cu cuarto, Ikki durmió mejor que en años. Se sentía, digamos, feliz. Como hacía mucho, MUCHO tiempo no se sentía. Lo extraño era que en sus sueños estaba riendo a carcajadas con Hyoga. No lo odiaba, pero tampoco era su preferido. Al final, se rindió y se rió del sueño mismo. Lo que no podía imaginarse era que en una habitación, a unos pasos de la suya, el ruso también soñaba con él. Y también sin saber por qué.

La mañana llegó y ambos caballeros se encontraron en la cocina. Al "ver" que el otro no iba a preparar el desayuno, ambos decidieron hacerlo al mismo tiempo.

- ¿Vas a prepararlo tú, pajarraco?

- No, hazlo tú, pato. Eso sí, cuidado y me envenenas, ¿OK?

Hyoga sólo pudo reírse para sus adentros. Ikki sí había cambiado pero no tanto. Ahora no le importaba contestar igual que siempre. Y bueno, qué más daba, tenía compañía. Cuando estaba sirviendo, su mano tocó accidentalmente la de Ikki, quién le ayudaba sosteniendo los platos. Esto confundió al cisne sobremanera. Fue como un corrientazo eléctrico. Pero le gustó la sensación. Ya luego pensaría en eso, por ahora a desayunar en paz con el fénix. Por primera vez.

El día llegó y terminó tranquilo. Ikki, por supuesto no hizo nada, mientras que Hyoga se fue a su trabajo en la fundación. En la noche cuando llegó, encontró de comer, y muy delicioso por cierto, pero no encontró a Ikki. Se duchó, se vistió cómodamente y salió al balcón de su habitación; desde allí pudo ver a Ikki acostado en el pasto, al parecer mirando la luna llena.

Hyoga bajó pero Ikki no estaba mirando la luna como él creyó, sus ojos estaban cerrados, se sentó a su lado. Se quedó mirándolo. Ikki era bastante apuesto. Mucho. //pero qué piensas, cisne// se regañó a sí mismo. //si se da cuenta te mata//. Hyoga recordó entonces cómo le gustaba quedarse viéndolo todo el tiempo cuando el pajarraco se quedaba en la mansión. También recordó lo mucho que le gustaba verlo reír cuando estaba al lado de Shun.

- Un centavo por tus pensamientos Ruso.

- Ahh, ¿qué??

- ¿Estás bien? De pronto palideciste.

- Sí no te preocupes, gracias por la comida.

- Está haciendo frío, mejor entramos.

Ya habían pasado varios días desde la llegada de Ikki. La convivencia entre los dos muchachos no había sido tan terrible después de todo. Los demás volverían pronto. El verano ya estaba terminando, y el otoño entraba bastante frío. En una de esas noches, Hyoga llegó a la mansión y encontró a Ikki junto a la chimenea, jugando con el fuego de ésta y con su cosmo.

- ¿Ocupado?-Ya no había hostilidad cada vez que se dirigían la palabra.

- Un poco- y se rió a carcajada limpia //igual que en mi sueño// pensó.

-Ikki, ¿puedo preguntarte algo? Desde que llegaste has estado bastante raro, ¿por qué?

Ikki perdió su mirada en el fuego. No podía simplemente mirar al ruso y decirle que se sentía en paz consigo mismo y su pasado. Que ya no era el mismo. Que por fin podía dormir en paz y que en sus sueños era precisamente él su compañía.

- Sólo arreglé cuentas conmigo mismo, y digamos que ya no me debo nada.

-Oh, era eso. Me alegra.

Sin embargo Ikki no pudo contenerse. Lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. Hyoga nunca lo había visto llorar. Se sentó a su lado y lo abrazó. Se sentía tan bien estar en sus brazos, recostado en el pecho de Hyoga. Al estar así, sintió el crucifijo de Hyoga y se retiró.

- Ikki, yo.. lo siento.

- No es eso Hyoga, ya te lo dije, arreglé cuentas conmigo. Ahora debo hacerlo con ustedes.

De repente Ikki estaba hablando como si fuera su única oportunidad de hacerlo. Le habló a Hyoga de su niñez, de Shun y su amor por él, de su entrenamiento, de Esmeralda y su maestro, de él mismo, y luego de cada uno de ellos, Shiryu, Seiya, Saori. Cuando le tocó su turno, Hyoga se sonrojó. Ikki relató con detalle cada momento que habían compartido, buenos y malos.

- Siento mucho lo de tu madre.

- ¿Por qué lo mencionas?

- Porque quise usar el recuerdo de ella para hacerte daño. Si alguien hiciera eso conmigo, lo mataría.

Ahora ambos se encontraban muy cerca el uno del otro. Hyoga por fin había comprendido al otro chico. Se estaba exorcizando.Parecía que quería comenzar con su vida de nuevo. Manteniendo lo bueno de la anterior y era evidente que ellos, su familia, eran algo que Ikki quería conservar. Ambos suspiraron. Todo había sido dicho. Finalmente, los dos se miraron fijamente. Ikki se veía relajado, como nunca antes, de hecho parecía feliz. Fue ahí cuando Hyoga inclinó su rostro sobre el otro y lo besó. Delicado y fuerte. Frío y cálido. Ikki no se retiró. Ese beso le estaba dando más paz que el haber hablado hacía tan solo unos momentos. Rápidamente atrajo a Hyoga hacía sí y lo besó con pasión. Éste último dejó que su cuerpo respondiera por él.

- Ikki...yo...

- No sé que nos pueda traer esto Hyoga, si lo aceptamos y nos dejamos llevar, pero quiero empezar de nuevo. Y estos días contigo me enseñaron a valorarte mucho más.

- Pero ambos somos hombres...

- Yo siento algo por ti y no es por que seas hombre Hyoga, es por tu ser, por lo que eres. Pero tienes razón. Perdóname.

Y poniéndose de pie, se fue a su cuarto. Segundos después su puerta se abría para darle paso a un muy serio Hyoga.

- Lo que sientes por mí...

- Apenas lo estoy descubriendo, pero me gusta lo que siento.

- Pero...

- Ni creas que lo voy a repetir.

- Jamás te pediría eso.

Y acercándose lo tomó por el cuello y lo besó de nuevo.

- ¿Pero qué haces?-preguntó Ikki.

- Tienes razón, tu ser hermoso, tanto como tu exterior, y créeme, ambos me gradan mucho.

Otro beso los unió. Más honesto, más apasionado. Pronto estaban en la cama. Sus ropas estorbaban. Ambos jóvenes. Ambos vírgenes. Ambos hombres. Pero el amor que empezaba a nacer pudo más que la vergüenza y el pudor. Esa noche un nuevo fénix renació de sus cenizas, mientras un hermoso cisne blanco se posaba a su lado para quedarse a su lado para siempre.

La mañana los sorprendió aún abrazados. Pero había algo diferente. En sus rostros se reflejaban sus sentimientos, y al parecer se sentían bien al respecto.

- Buenos días.

- Mhh.

Un beso lo terminó de despertar.

- ¿Y ahora qué va a pasar?-preguntó Hyoga.

- No lo sé. Sólo sé que si estás conmigo, podré enfrentarlo. ¿Qué te parece?

- Me parece muy bien. Ya veremos más adelante qué pasa.

Ambos amantes. Ahora también amados, se fundieron en un nuevo beso. Ya se preocuparían por lo otro y los otros después. Por el momento sólo existían ellos, la casa era toda suya. Se darían su tiempo. Se descubrirían. Ya se enfrentarían al resto en su momento.

FIN