Hyoga X Ikki
Tuyo
Por: Claudia
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¿Cuál es tu precio, cuál? ¿Cuál es el precio de tu alma, el precio de tu corazón?
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Siempre lo supe, siempre. Sólo los más fuertes pueden sobrevivir. En un mundo como este, donde todo es crueldad y salvajismo, sólo aquellos más fuertes pueden sobrevivir...Sólo los más poderosos pueden subyugar a los demás, a los débiles, a los que no tienen la fuerza ni el valor suficiente para subsistir por sí mismos.
Es la única y más importante regla. La aprendí, ya hace mucho, cuando era sólo un niño. Cuando por caprichos del destino la muerte, aquella que sería mi estigma desde entonces, me arrebató a lo más valioso que tenía: mi madre. Madre...ya casi no recuerdo su rostro, no me queda nada de ella, nada. Sólo una promesa que le hice, la de cuidar a mi pequeño hermano.
Luego cuando fui separado del motivo de mi existencia para ir a ese horrible, terrible lugar, a las mismas entrañas del infierno. El horrible olor a azufre que emanaba de la putrefacta tierra, el ambiente cargado con una densa niebla de desesperación, de muerte.
Solo, consumiendo mi vida de a pocos en las lejanas tierras de una isla apenas conocida, solo para recordar las escalofriantes historias que sobre ella se contaban, todos los relatos que se entretejían y se desprendían de la Reina Muerte. Exilio o lugar de martirio, para algunos era el infierno mismo. Para mí era más que eso, era más bien el purgatorio, donde debías de pagar por todos los pecados y faltas cometidas, por todas las atrocidades de las que eras culpable, y aún así, seguir con vida, no tener la gracia de una plácida muerte, sino seguir vivo, vivo, sin hallar la tan deseadan expiación. Siendo testigo de cada amanecer, de cada odioso y detestable amanecer, siendo mudo testigo de mi propia y dolorosa existencia.
No importaba si fueras tan sólo un niño, todos tenemos deudas pendientes, pecados que deben ser depurados, tarde o temprano, uno a uno. Para mí, ese era el momento.
Sin embargo, no podía morir...me resistía a morir, aunque mi agotado cuerpo anhelaba el tan deseado descanso, algo, algo, en las profundidades de mi mente y mi conciencia se negaba a hacerlo.
¿Qué era? ¿Qué?
Una promesa...mi hermano...No, no...ya no era eso, ya no lo era. ¿Entonces qué?
Venganza.
Sólo eso...Debía hacerme fuerte, fuerte, muy fuerte, tanto que no hubiera una sola persona capaz de resistir mi poder, mi fuerza. Sí...eso era lo que me mantenía con vida. Algún día abandonaría ese horrible lugar, algún día les demostraría a todos aquellos que presagiaron mi muerte lo poderoso que era. Algún día sería yo el que viera el temor reflejado en el rostro de los demás, de todos los que me hicieron víctima de sus abusos, de todos aquellos que se aprovecharon de mi debilidad, de mi impotencia. Todos ellos me las pagarían, muy caro, todos...
Ese viejo dueño de la Fundación, el que podía disponer de nuestras vidas con sólo mover un dedo...Esa engreída niña de ojos púrpura, mirándome como si yo fuera un pedazo de basura sin ningún valor...le rompería el cuello. Y ese estúpido de Tatsumi...eso sería divertido; recordaba cómo me había despedido antes de partir, moliéndome el cuerpo a palos y dejándome malherido...a él... ¿Cuál sería la forma más dolorosa de eliminarlo? ¿De hacerlo remorderse una y otra vez por los pecados que había cometido, de hacerlo maldecir cada día de su vida, de hacerlo odiar el mismo día que nació? Mil pensamientos surcaban mi mente... mil visiones... Oh, sí, sería placentero oírlo suplicar por su vida... oír sus gritos de agonía, de dolor...
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¿Cuál es tu precio, cuál? Aún no haz respondido. ¿Me lo dirás si te abrazo, me lo dirás si te muestro algo de cariño? ¿Amor, me lo dirás?
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Amigos...¿Los tenía? Probablemente ninguno de ellos me recordaba. Todos estarían ocupados en sus entrenamientos, bajo el disciplinado régimen de un estricto maestro. No importaba cuan duras fueran sus pruebas, cuan exigentes fueran sus prácticas, ninguna se compararía a la mía, ninguna...Nadie experimentaría el mismo dolor ni la misma agonía, la misma angustia, nadie... Y por eso los odiaba. Y por eso debían morir...Todos...
Y Shun...Shun, el pequeño y frágil Shun...mi pequeño hermano, no guardaba resentimientos hacia él, aún cuando por su culpa fui enviado a ese maldito lugar...No, no guardaba rencor hacia él, ya no sentía nada por él, nada, ni ira, ni reproches, ni amor...nada. Talvez sólo por eso moriría, sólo por eso...
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Todos tenemos un precio...todos, incluso los mismos Dioses. Déjame poseer tu corazón, es todo lo que quiero. Dime el precio, sólo dímelo...Quiero esa
preciada joya, la más valiosa de todas, la quiero para mí, sólo para mí.
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¿Que quieres mi corazón, que aún lo quieres?
Absurdo.
¿No te basta con mi triste historia que eres el primero en escuchar?
¿No te basta con mi cuerpo, que cada noche te entrego en el silencio de nuestra intimidad?
¿No te bastan mis besos? ¿Mis caricias? ¿Mis manos recorriendo tu piel, estremeciéndote con cada roce?
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Todos tenemos un precio...Todos. Tu cuerpo es un bello templo donde cada noche me ofrendo a mi mismo. Amor, pero no es suficiente, te deseo completo, por eso también deseo tu corazón.
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Pides demasiado. Eres demasiado exigente.
¿Crees que es fácil, lo crees?
¿Crees que es fácil hablarte de estas cosas, contarte estas penas, estas tristezas que preferiría mantener ocultas dentro de los oscuros recodos de mi mente?
¿Crees que es fácil mostrarme débil delante de ti?
¿Lo crees?
¿A dónde crees que han ido toda mi presunción, toda mi suficiencia, todo mi orgullo?
Cuando por las noches suplico que me beses y que me abraces, que me hagas el amor dulcemente, apasionadamente, que me digas que me amas y que me necesitas...
Tienes todo eso, lo tienes como ningún otro ¿Y aún no te basta? ¿No es suficiente para ti?.
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Deseo tu corazón, quiero penetrar en él, quiero penetrar completamente en tu ser. Quiero que confíes plenamente, que sientas plenamente, que desees plenamente. Quiero que tus miedos se diluyan y que tus temores desaparezcan, no soporto que el dolor te aleje de mi lado. Dame el secreto de tu corazón.
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Lo deseas, lo quieres...te lo daría. Pero es ahora una flor marchita, por sus delgadas venas ya no recorre el fluido vital de la sangre. Está putrefacto y es insano. Ya no escucharías su acompasado palpitar, hace mucho que enmudeció. En su lugar sólo hay silencio, un profundo y triste silencio.
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Entonces dame tu silencio.
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Vuelvo a sucumbir, como cada noche, como cada noche ante tus embate, ante tus caricias. Como cada noche me dejo abrazar y poseer, vuelvo a suplicar que me beses, que me estreches con fuerza. Dime que me amas...Dímelo, por favor, dímelo con cariño, con afecto...y abrázame, abrázame fuerte, muy fuerte...Te necesito...
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Ahora tu silencio me pertenece.
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No pidas nada, no vuelvas a pedirme nada. Ya todo es tuyo, todo, todo. Mi triste historia, mis besos, mis caricias, mis atenciones, mis súplicas...Mi cuerpo entero.
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Ahora tu silencio me pertenece.
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Ya no hay venganzas, ni reproches ni rencores, sólo esta creciente necesidad en mi ser. Sólo esta urgencia de tenerte a mi lado, en cada instante, en cada momento. Te lo he dado todo, todo. Hasta mi pútrido corazón, hasta mi oscuro silencio...Ahora toma esto, con ello renuncio a lo último de mi mismo. Toma estas palabras que no he vuelto a pronunciar desde que era un niño y guárdalas donde más quieras, en tu interior, en tu corazón o simplemente olvídalas.
Es todo, haz vencido, haz sido más fuerte y debo pagar las consecuencias de mi debilidad.
Te amo...Hyoga...Te amo.
Fin
Nota : Un fic muy, muy cortito, pero bueno, es el inicio. Espero mejorar en los siguientes. Hay muchas razones por las que es más fácil entregar en amor corporal que aquél que es de índole espiritual, más íntimo, esta historia contiene algunos de esos aspectos.