Capítulo 3: Dejándose llevar...


Iori permitió que Kyo lo llevara hasta el auto que estaba estacionado en la puerta, lo sentara en el auto y él mismo subiera. Kyo comenzaba a preocuparse. ¿Qué podía estarle ocurriendo al pelirrojo para que ni siquiera dijera dos palabras o un insulto? A esta altura el joven Kusanagi podría recibir un golpe del otro y sonreiría...Y es que si la actitud habitual del Yagami lo hería físicamente verlo así mataba su alma.

*Espero, Iori, que nunca veas a la persona que amas como yo te estoy viendo ahora a ti, sin ganas de vivir. Pareces un muerto en vida, simplemente dejándote estar como si nada en el mundo te tocara*

El muchacho condujo con cuidado al recordar que el médico había dicho que no sabían cuál era el verdadero estado de salud del pelirrojo, podría estarse muriendo y él tendría simplemente que verlo sin poder hacer nada al respecto, es más sin siquiera saber qué o por qué le estaba ocurriendo.

-Duele...-Susurró en voz baja hablando consigo mismo.

Quien estaba a su lado ni siquiera se molestó en contestar, en el caso que hubiera escuchado lo que el moreno dijera.

En un semáforo el Kusanagi aprovechó para mirar directa y firmemente al Yagami.

-Este no eres tú. Iori. ¿Qué diablos te ocurre?

No hubo más que silencio como respuesta.

-¡Respóndeme, maldición!-Aulló el muchacho, era preocupación, era adrenalina, era...eran un conjunto de sentimientos que no se podían definir y era, quizá por primera vez en mucho tiempo rabia, una rabia feroz e incontenible.

*¿No soy yo, Kyo? ¿Qué sabes tú quién soy realmente? ¿Qué sabe nadie acerca de quién soy yo? ¿Acaso yo mismo se quién soy? Crees conocerme, y quizá tengas razón al pensarlo; tú eres, después de todo la persona que ha estado más cerca de mí que nadie, incluso en estos momentos que estoy perdido, aquí estás, conmigo. ¿Por qué lo haces? ¿Para humillarme, para obligarme a odiarte aún más? No te entiendo, ¿sabes? Es gracioso, hasta hoy creía conocerte, ahora veo que no sé más de ti que tú de mí.* Pensó el pelirrojo, pero por su rostro no asomó ni un cambio de expresión, era lo normal, le habían enseñado de la forma más dura que la única manera de que nadie te lastime es que no conozcan tus sentimientos, guardarlos para ti.

El auto volvió a arrancar, ambos en silencio, ambos concentrados en sus pensamientos y al mismo tiempo no pensando en nada, recordando quizá o quizá preguntándose épasaría si la vida hubiera sido diferente.

El muchacho aparcó en la puerta de un apartamento que tenía en las afueras de la ciudad, el cual nadie, ni siquiera sus más cercanos familiares conocía. De hecho ni siquiera figuraba a su nombre. Ayudó a Iori a salir y lo guió hasta el piso que correspondía. El Yagami observó sin interés los alrededores, no parecía un edificio nuevo, aunque tenía un encanto indescriptible. Luego de que Kyo abriera la puerta el pudo entrar y observar alrededor. Era un sitio grande y espacioso, decorado con un excelente gusto y extremadamente ordenado. Había pocos muebles y pocos adornos.

-Siéntate si lo deseas-Invitó el muchacho de ojos castaños en el tono más amable y conciliador que pudo. Pero el pelirrojo sólo se quedó ahí como si no hubiera entendido o como si no le importara.

De repente sintió un agudo dolor en la mejilla. Se llevó la mano a ella y comprobó que estaba caliente...el muchacho le había dado un fuerte golpe.

*Eso tiene que hacerte reaccionar* Pensó Kyo con esperanza de que así fuera. Pero nada ocurrió, ni un golpe, ni una llama, ni siquiera una palabra, el Yagami sólo se quedó allí, las lágrimas deslizándose por su rostro y la mirada amatista más perdida que nunca en un punto vacío.

*Supongo que me lo merezco...* Pensó el joven de ojos castaños mientras lo miraba y sentía un nudo en la garganta. *El que me castigues así...con tu insoportable silencio, me duele más esta actitud que cualquiera de las otras a las que me has acostumbrado. Confía en mí por favor, déjame llegar a ti, déjame ayudarte. No me importa nada más que poder saber, que poder hacer algo, cualquiera sea el problema podemos solucionarlo, sólo... confía en mí*.

Se quedaron allí en silencio mirándose. Kyo ya no podía, simplemente, soportarlo. Lo sacudió con fuerza.

-¿Qué demonios ocurre contigo, Yagami? ¡¿Por qué no me golpeas, gritas, te ofendes!? ¡¿Por qué te quedas aquí como un tonto llorando!? ¡Estás haciéndome daño!-Confesó finalmente en el medio de su ira.

El muchacho pelirrojo miró al otro con curiosidad.

-¿Yo te hago daño, Kyo?- Su voz fue increíblemente calma y dulce.

El otro lo miró por un segundo, esta persona era...otra persona, no era la persona de la que se enamoró, la que amó, pero al mismo tiempo era el mismo ser que siempre deseó que Iori fuera.

Benimaru sacó a Shingo del hospital y pensó en un buen lugar para llevar al muchacho. Acabó decidiéndose por una casa que tenía cerca de un hermoso lago, que Kyo le había regalado una vez y donde solía ir a pescar. Nunca había llevado a nadie allí era como su santuario privado, su lugar de descanso. En ese lugar el muchacho podría descansar, olvidar lo que había sentido con Kyo y si tenía suerte podría lograr que se volviera a él.

*Te atraparon amigo* Pensó una vez más con alegría, nunca se había sentido tan bien. El siempre había querido ser libre y sin ataduras, completamente dedicado hacia sí mismo. Para él cuidar de alguien más, preocuparse por alguien más era una experiencia nueva. Por primera vez deseaba mucho más que una relación basada únicamente en lo físico, quería poseer el alma de la otra persona. *¿Cuándo y cómo fue que me conquistaste, pequeño?* Pensó mirando a la persona que sentada a su lado miraba distraídamente por la ventana el paisaje que pasaba rápidamente. *Sé que debería estar preocupado por Kyo, después de todo está con un Yagami a solas, pero lo único que me preocupa es la tristeza que siento proveniente de él. ¿Qué puedo hacer yo para que el vea que soy sincero? ¡Él conoce mi fama, ha comprobado que es cierta, pero él debe creerme!*

-Benimaru...-Susurró el joven por primera vez desde que habían salido.

-¿Si Shingo?

-¿Tú entiendes algo del amor?

-¿Qué quieres decir?

-¿Por qué tenemos que enamorarnos de personas que no están destinadas a nosotros?

-No lo sé, Shingo.

-Pero si no te enamoras no sufres, ¿cierto?

-No, no siempre. Algunas veces una relación donde no hay amor sólo te deja vacío. Es decir, lo disfrutas, en el momento, pero luego, cuando despiertas por la mañana y miras a la persona a tu lado te das cuenta que no significó nada.

-¿Por qué tiene que significar algo? Quizá sólo se trate de buscar placer.

-Eso no es amor, es deseo.

El muchacho se quedó en silencio. *No volveré a amar, después de todo, el deseo desaparece con el tiempo o luego de que lo satisfaces, no volveré a sufrir*.

Benimaru lo miró de reojo y continúo conduciendo en el silencio que cayó entre ellos.

-Llegamos-Anunció unos minutos después.

Shingo bajó tras él y miró el lugar.

-Es hermoso.

-Me alegra que te guste-Y lo decía sinceramente.