Capítulo 4: Actitudes


Kyo lo miraba fijamente aún sin responder ni una sola palabra.

-Sí, tú me haces daño-Dijo Kyo-Me dañas con tu actitud, con tu indiferencia más que con tus golpes. Me dañas...más que con tus golpes, con tus humillaciones.

-Hablas de humillación, ¿Kusanagi? ¿No es esa la razón por la que estás ayudándome? ¿Humillarme hasta deshacer mi orgullo?

-¡No!

-¿No? No mientas, te escuché cuando hablabas en el hospital-Dijo con voz suave.

El joven muchacho se quedó en silencio, asombrado y adolorido, aquel había sido un golpe directo y fuerte que había herido con su sinceridad. Él ni siquiera había contemplado la posibilidad de que Iori lo escuchara, ¿cómo podía ahora explicarle que aquella fue la única posibilidad de que sus amigos no sospecharan?.

-¿Te quedas callado? De todas formas no importa, sé que es cierto, después de todo nuestra relación se basa en eso.

Kyo bajó la cabeza.

-Te equivocas.

-¿Cómo?- Preguntó con diplomacia, por una vez dispuesto a escuchar.

Pero Kyo no le daría las respuestas de la forma que él esperaba, se acercó y lo besó en los labios con dulzura, con persuasión, dispuesto a demostrarle todos sus sentimientos. Iori sólo se quedó allí sintiendo, cerró sus ojos cuando permitió que el beso se intensificara, luego, cuando el Kusanagi se separó de él, el Yagami lo miró un instante.

-¿Es tu respuesta?

-Sí.

-Es la respuesta equivocada, Kusanagi. Una relación física entre nosotros es perfectamente natural y será como cualquier otra apasionada, encendida, una competencia por el dominio. Te puedes sentir atraído hacia mí como yo hacia ti porque soy el único con el que te has relacionado, lo mismo conmigo, pero no es real y yo no entraré en este juego.

Oír hablar al pelirrojo de esa forma tan despojada de sentimientos lo paralizó. ¿Desde cuándo Iori Yagami era tan condenadamente civilizado, con esas ideas acerca de ellos dos?

*Quieres decir que quizá aceptarías una relación entre nosotros, pero de ninguna manera permitirías que tuviera más significado que una miserable aventura. ¿cierto? Me pregunto sí sería capaz de aceptar eso...No, definitivamente no lo haría, no podría soportar que no me ames*, Pensó Kyo seriamente.

-Y bien Kyo, ¿qué estas pensando?

-En ti, en mí y en lo que dijiste.

-¿Por qué le das tantas vueltas? Lo pienses por donde lo pienses la conclusión es la misma y si me disculpas desearía poder dormir.

-Si...sigueme-La idea de Iori, en su cama, en su casa, lo estaba haciendo sentir...pues feliz, a qué negarlo.

La habitación era sencilla y ordenada, llena de pequeños detalles pero encantadora.

-Te prepararé algo de comer para cuando despiertes-Ofreció con amabilidad.

-Como quieras.

El joven se alegró de que el otro por lo menos hablara, aunque su actitud definitivamente no era la del Iori que él conocía. Aunque definitivamente podía acostumbrarse a él, de hecho casi le gustaba.

Ninguno de ellos había llevado muchas cosas, ya que en realidad la idea del viaje había sido muy espontánea, muy espontánea. En realidad esto no preocupaba demasiado a Nikaido que tenía esa casa muy bien preparada.

-Bienvenido a al Paraíso-Le dijo con una sonrisa y dándole un abrazo por la espalda.

-Gracias Beni-Shingo sonrió apenas, ese día había sido muy difícil y en lo único que podía pensar era en comer y dormir-¿Te molesta si te pido que cocines algo para mí?

-Claro que no, siéntate por aquí y dame media hora.

Shingo se sentó en una de las sillas de madera de respaldo alto que tenía en  la

cocina.

*Se ve guapo...* Pensó el muchacho que veía al otro joven moverse con una increíble soltura en la pequeña cocina.

-No sabía que sabias cocinar.

-Hay demasiadas cosas de mí que no sabes.

-Quizá porque nunca nos preocupamos por conocernos Beni, ambos siempre estuvimos pendiente de Kusanagi-san y si él no me hubiera demostrado que nunca habría lugar en su vida para mí seguiríamos así.

-O quizá no, Shingo, quizá hubiera aparecido una persona especial en tu vida y te hubieras olvidado de él (¿Por qué no quería decir el nombre de su amigo? ¿Quizá porque no podía evitar verlo como una posible competencia?)

-Quién puede saberlo, Beni.

-¡Está listo!-Comentó alegremente el rubio mientras presentaba una entrada, el

resto vendría luego. En realidad comieron en silencio, interrumpidos sólo por

los elogios del muchacho.

De repente el Yabuki bostezó sin poderlo evitar.

-Tendras que disculparme Beni, pero me caigo del sueño.

De repente el rubio lo miró seriamente.

-Shingo, hay algo que...

-¿Qué?-Preguntó el otro preparándose para cualquier cosa, pero lo que escuchó hizo que su mandíbula se cayera.

-Me temo que solo hay un dormitorio...

-Entiendo-El chico sonrió-No me importa compartir el espacio-Estaba dispuesto a comportarse de acuerdo a su nuevo yo, mucho más arrojado. *Después de todo no seduciré a nadie si me comporto como un tímido idiota* Benimaru se sorprendió por la respuesta, de hecho él estaba a punto de sugerir que podía usar el sofá, después de todo, Shingo estaba con él.

-Despierta, despierta, despierta-Llamó con suavidad sacudiendo con delicadeza el cuerpo del pelirrojo.

El muchacho abrió un ojo escarlata.

-¿Qué quieres?-Su tono parecía un poco molesto.

-Pues para que sepas te traigo la comida, ¿o deseas morir de hambre, Yagami?-Preguntó con tono molesto.

-Es una forma como cualquier otra de morir-Comentó.

-Pues es una forma horrible.

-Como cualquier otra, ahora déjame seguir durmiendo.

-No puedo hacer eso, Iori Yagami, ¡levántate y come!

-Eres un molesto-Comentó antes de incorporarse y comer lo que el Kusanagi había preparado que aunque ninguno de los dos pudiera creerlo tenía un excelente sabor.

*Estoy logrando algo, no puedo creerlo, él está obedeciéndome * pensó feliz el moreno.

*Crees que vas a dominarme, ¿no es cierto, Kyo? ¿Crees que haré todo lo que tú me ordenes? Pues te tengo una sorpresa Kusanagi, ¡no me importa! ¡Puedes hacer lo que desees con nuestras malditas vidas!* Pensó el Yagami.

Era increíble lo que estaba haciendo, pero ya nada importaba, ni el honor, ni la

vergüenza, ni siquiera el amor. Se preguntó qué pasaría entre ellos de ahora en adelante y descubrió que no le importaba.

-Terminé-Anunció lacónico-Ahora déjame en paz.

-Sí, por supuesto, Yagami. Tú no necesitas a nadie, ¿cierto? Y desde luego nadie te importa, sino tú mismo, tu egoísmo y tu vida.

-Te equivocas.

-¿En qué?

-A mí nunca me importo mi vida, ni siquiera yo mismo.

Luego de eso el pelirrojo se acostó y se dio la vuelta, dispuesto a dormir, pero no pudo evitar escuchar las últimas palabras de Kyo.

-Supongo que por eso a mí me tocó preocuparnos por los dos.

-¿Estás cómodo?

-Sí, Benimaru, gracias.

-¿Estás bien tapado?

-Sí.

De repente el rubio le pasó su brazo por sobre las sábanas y mantas.

-Si necesitas algo sólo tienes que despertarme.

-Sí, Benimaru.

Shingo debió aceptar que se sentía lindo que lo mimaran así y desde luego el cuidado con que lo trataba Benimaru, algo que el nunca pensó posible viniendo del rubio.

En fin, lo mejor sería descansar.