Capítulo 2: ...Y si te miro a los ojos


Sin darme cuenta llegué a refugiarme al gimnasio de la preparatoria. Este es el lugar donde he pasado gran parte de mis días durante el este año, y aunque no soy para nada sentimental, quería verlo por última vez antes de partir a Tokio.

            Cada cosa aquí me trae algún recuerdo, pero la mayoría son del desagradable pelirrojo.

            En mi memoria aún está latente el día en que comprendí que debía marcharme de este lugar.

            Fue luego de una de mis habituales peleas con él.

Yo me encontraba en los vestidores, completamente indignado con ese idiota, cuando entró la entrenadora.

            -¿Qué te pasa Rukawa?- Me dijo haciéndose la amable.

            -Nada- Respondí. Nunca me ha gustado que se entrometan, pero ella es algo diferente y no me molestó tanto. Después de todo, ella es la única mujer que conozco,  que no me mira con cara de querer arrancarme la ropa en el acto.

-No te hagas problema por Sakuragi- Me dijo sonriente-  Tu sabes que él nunca entiende nada.

Aquella frase cambió mi vida. “¿Hacerme problema  por Sakuragi? ¿Por qué?. A mi no me interesa lo que haga ese tarado”, pensé tratando de auto convencerme. No quería admitir que sus actitudes me importaban.

                        Finalmente aquella noche, estando recostado sobre mi cama, asumí que mi vida hacía tiempo ya que giraba en torno a él y todo lo que hacía era pensando precisamente en él.

            Mi obsesión enfermiza por hacerlo sufrir, se justificaba diciendo que lo odiaba, sin embargo la verdad era muy diferente... Sólo quería su atención puesta en mí. Lamentablemente sólo llamaba la atención de los demás, mientras que a él nunca le importó nada... Nunca le importé yo.

* * *           * * *           * * *

            Ha empezado ha llover más fuerte y estando dentro del gimnasio parece que fuera un verdadero diluvio... Supongo que es una noche perfecta como para una despedida. Después de todo esta será mi última noche en Kanagawa. Mañana vuelvo a Tokio, a la casa de mis padres.

            ¡¡Qué irónico!!. Pensar que me fui de casa porque no soportaba la vida con ellos y ahora tengo que regresar. Sé que es una medida desesperada, pero preferible ante tener que continuar con mi vida así como está.

            Todo es tan confuso y doloroso para mí, sin embargo la noticia de mi partida para él no significó mucho...

            La tarde que se enteró,  yo estaba practicando tiros libres, aquí, en el gimnasio. Todo estaba todo muy silencioso, así que no fue sorpresa para mí escuchar su voz desde la puerta, ya que antes había escuchado sus pasos.

            -Te estaba buscando Rukawa- Dijo con su habitual voz y sonrisa irónica.

Yo no pude responder. Al verlo frente a mí, con su postura desafiante, se me formó un nudo en la garganta.

Me enteré que te vas a Tokio- Dijo- ¿Es cierto eso?

Ahora su voz sonaba firme, casi como si estuviese molesto.

            -Eso no te incumbe- Respondí furioso, pero como siempre, simulando indiferencia.

-Entonces era cierto... - Murmuró saboreando su triunfo.

-Me sorprende que te dieras por vencido tan pronto- Comentó cruzando los brazos.

En cuanto lo miré agregó:

-Aunque no es extraño en ti si eres un zorro cobarde.

Se notó que esperaba una de mis típicas respuestas desagradables... Creo que quería pelear, pero esta vez sus palabras me afectaron más de lo que imaginó.

-¡Vamos responde!- Gritó exaltado, clavando sus ojos asesinos en los míos... Me quedé inmóvil un instante... Su mirada era tan insensible como la mía y sus ojos absolutamente... perturbadores...

-Déjame en paz- Respondí una vez que logré evadir su extraña y furiosa mirada, para continuar con los tiros al arco.

-¡¡¡Por una vez en la vida deja de hacerte el interesante!!! ¿Quieres?- Volvió a gritar junto con tomarme por los hombros, haciéndome voltear para verlo a la cara.

Nuestros cuerpos estaban muy cerca y sin saber por qué me estremecí al sentir sus ojos fijos en mi sonrojado rostro. Tampoco pude decir nada.

De pronto me soltó bruscamente y comenzó a caminar  hacia la salida. Sólo dio tres pasos cuando se detuvo y sin voltear dijo:

-Eres un maldito cobarde... Te crees mejor que todos, pero no eres capaz de enfrentar un problema. Te es más fácil huir a Tokio ¿No es así?.

-¡¡Ya cállate!!- le respondí- Tu no sabes por qué...

Me callé yo. No podía decirle que me iba porque no dejaba de pensar en él... Se reiría de mí.

-¡Claro si soy un estúpido que no entiende nada!- Dijo sarcástico, para luego adoptar una seriedad increíble.

-Eso es lo que crees tu- Agregó-, pero sé muy bien que estás escapando de algo. Es típico en personas como tu. Piensas solamente en ti, en tu beneficio y el resto de las personas que se pudran.

No pude responder... ¿En verdad pensaba eso de mí?