Capítulo 5: Un beso de odio 


Mañana me marcho a Tokio... Quiero pensar que si me alejo de él, todo volverá a ser como antes... ¡Y tiene que se así!

            No me gusta depender de una persona y mucho menos de él, pero me agrada tanto pensar en su boca. Quizá si lo hubiese besado, yo en este momento estaría muerto y no tendría que pensar en marcharme... Morir en sus brazos... No es mala idea.

            Continúa la tormenta y aparentemente no se detendrá por esta noche. Un rayo ha caído, iluminando toda la ciudad en un segundo, para dejarla luego sumida en la más absoluta oscuridad. Se ha cortado la electricidad y ahora los truenos suenan como si el mundo se fuese a acabar...

            ...Y en cierto modo mi mundo se acaba esta noche...

            A pesar de todo el ruido de los truenos, puedo escuchar a lo lejos, los pasos  de alguien que corre acercándose. El sonido de sus pisadas sobre el agua lo delata.

            De pronto las puertas del gimnasio se abren estrepitosamente, dejando entrever al trasluz de ellas, la silueta de una persona jadeante, que sin duda fue la misma que oí correr.

            Lo miro tratando de reconocer quien es y por la forma de su silueta deduzco que es un hombre.

            -¡¡Hasta... que te encontré... zorro estúpido!!- Dice con la voz entrecortada, ya que aún no recobra el aliento.

            Sin duda aquella voz es del pelirrojo. Y aquel extraordinario físico no puede corresponder a nadie más que él, pero ¿Qué está haciendo aquí?

            No soy capaz de pronunciar palabra alguna. Ahora que está frente a mí ni siquiera puedo moverme. Siento como arde mi cara nuevamente al recordar el incidente de la última vez que lo vi...  ¡¡Y por suerte no hay luz!!

            -¿Pensabas escaparte?- Vuelve a decir de forma agitada, con su tono irónico, tan característico en él.

            -¿Acaso no sabes que primero tienes que ajustar cuentas conmigo?- Agrega mofándose de mí- ¿Por qué adelantaste tu huída?

            Una vez más me doy cuenta que nada le importa. Ni siquiera se imagina lo que siento por él y que si me marcho es para que no nos hagamos más daño.

            Ante mi silencio suelta una carcajada, pero su risa no suena como aquella ruidosa de antes, que parecía un cascabel en mis oídos y que me enervaba por su dulzura y espontaneidad. Ahora suena extraña, frívola, sumamente irónica e incluso diría que diabólica... Hay algo extraño en él.

            Creo que quiere mostrarse frío y malvado, como si dominase esta situación, queriendo aplastarme... humillarme.

            Lo único que hago es mirarlo profundamente, tanto como me lo permite la oscuridad que nos rodea, tratando de resignarme a que esta será la última vez que estaré con él... ¡¡¡Siento ganas de gritar y no puedo hacerlo!!!

Una vez más deseo ser como él, aunque sea por esta noche, para atreverme a correr hacia él, abrazarlo con fuerza y decirle que lo quiero demasiado como para alejarme de él... ¡¡¡Pero no puedo!!!...

¿Qué he dicho?¿Lo quiero?..¡¡No puede ser!!...  ¡¡¡Si lo quiero, lo quiero mucho, MALDICIÓN!!!... ¿Por qué me hace esto?

... El tiempo se me acaba y a él no le importa...

            Su extraña y fingida risa se desvanece lentamente a medida que se va transformando en una mueca de odio.

            -¿Qué me miras?- Grita de forma desesperada, con una mezcla de odio y furia, al mismo tiempo que veo su exaltado rostro, gracias a un rayo que acaba de caer lo ilumina... ¡Parece un demonio!

            Mi corazón empieza a latir más fuerte, mientras que mis piernas, sin saber por qué, me acercan torpemente hasta donde está él... Estoy temblando.

            -Me odias demasiado ¿Cierto?- Le pregunto con un hilo de voz casi ¿Por qué no me sale con tanta frialdad como antes? ¿Por qué ya no puedo odiarlo? ¿Por qué tuve que conocerlo?...

            Él me mira en silencio, como sorprendido. Lentamente en su cara se va dibujando el odio, hasta el punto que se abalanza sobre mí y comienza a golpearme. No soy capaz de defenderme y él está más furioso que nunca.

            -¿Eres idiota o qué?- Grita mientras me da certeros golpes en el estómago.

            -¡¡Te aborrezco!!- Vuelve a gritar furioso- Eres lo que más detesto en el mundo. ¡Me arruinaste la vida zorro estúpido!

             Siento como se filtra la sangre por mis heridas, pero no puedo defenderme... No de él... No quiero.

            De una patada me derriba, haciéndome caer de espaldas al suelo. Me duele todo el cuerpo y no puedo ponerme de pie. Extrañamente, me duelen más sus palabras que sus golpes.

            -¡¡¡Aggg!!!

            La diabólica sonrisa reaparece en sus labios, cuando hunde sus rodillas en mi, para finalmente quedar sentado a la altura de mi cintura.

            -¿Responde esto tu pregunta?- Murmura justo antes de tomarme por el cuello y azotar su puño contra mi boca. La sangre comienza a fluir por mi labio.

            Una vez más suelta aquella risa burlesca y desesperada... Cada vez más fuerte, más hiriente, desquiciada.

            Las lágrimas quieren escapar de mis ojos y no puedo hacer nada para contenerlas. Comienzo a llorar, en silencio, como siempre. Y su risa me parte al alma, me asusta... ¡No la soporto más!

            De pronto se detiene.  Sólo es posible escuchar como la lluvia cae sobre el techo del gimnasio.

Con una mano me sostiene la cara, de tal modo, que me veo obligado a mirarlo a los ojos. Ya me he acostumbrado a la oscuridad y puedo distinguir sus facciones.

            -Oye Rukawa- Murmura sin quitarme los ojos de encima.

Luego pasa su áspera mano por mi boca, de forma brusca, como queriendo... ¿Limpiar mi sangre?

            -¿Qué querías la otra tarde?- Me pregunta algo molesto, al mismo tiempo que mi rostro comienza arder nuevamente- ¿Confundirme acaso?

No le puedo contestar... ¡¡No entiendo nada!!

-¿Qué pretendías?- Vuelve a decir mientras aprieta con fuerza mi rostro con su mano, hasta que duele.

-¿O creías que yo no sería capaz de...?

No termina él de decir la fase, ni yo de comprender lo que decía, cuando se abalanza sobre mí, presionado fuertemente su rostro contra el mío. Siento una de sus manos aprisionando mi brazo contra el suelo y la otra deslizarse por mi pecho. Sus labios y lengua tratan de abrir  mi boca... Y no me opongo.