Capítulo 2: Hoy queda un sueño


Dentro de los camarines estaba Rukawa recogiendo sus cosas. Al terminar se sentó en una de las banquetas que estaban dentro. apoyó su cabeza en la pared blanca, pensando. Miraba al techo, mientras que sus dos piernas jugaban. Sus ojos azules recorrían el techo húmedo y algo fragmentado a causa de las largas duchas que a veces se daban los miembros del equipo. Cerró sus ojos, se quedó dormido.

Despertó cuando alguien lo mecía violentamente. Reconocía esa brusquedad.

- ¡Despierta, zorro dormilón!-decía Hanamichi al tiempo en que movía fuertemente a Rukawa.

El chico de cabellos negros abrió ambos ojos, mirando fieramente al Do'aho. El pelirrojo sonrió. Rukawa se incorporó y pescó su bolso. Se dispuso a irse. Se detuvo en la puerta del camarín. Volteó para mirar a Hanamichi.

- ¿Y tú que haces todavía aquí, do'aho?-inquirió con la voz aún dormida.
- ¡Eso no es de tu incumbencia!-contestó sin mirarlo, con las manos en sus caderas.-Pero deberías saber que éste no es lugar de dormir, aunque supongo que es mucho pedir que no te duermas-sonrió nuevamente.
- Hum........-contestó con una vaga sonrisa. Pero Hanamichi pudo percibirla a la perfección.

Rukawa comenzó a caminar nuevamente para retirarse. El pelirrojo se quedó de pie unos instantes, y luego también se dispuso a irse. Salió del camarín y vio al muchacho de cabellos oscuros haciendo una clavada. El tiempo se detuvo al tiempo en que Rukawa estaba saltando con el balón en su mano izquierda, listo para clavarse al aro. Su cabello azabache se movía a una gran velocidad, rozándole su frente y parte de sus ojos. Su ceño estaba algo fruncido, por la concentración, sus ojos fijos en el aro, su color azul más profundo que de costumbre. Su boca estaba ligeramente abierta. Su cuerpo en movimiento volaba por el aire. Por fin se clavó el balón, cayendo unos segundos después Rukawa en el piso, parado y llevándose su mano izquierda a su frente, limpiando el sudor.

Hanamichi estaba idiotizado viendo la escena. El chico de ojos azules notó la mirada del pelirrojo, y se quedó algo inmóvil. Hanamichi volvió en si y se ruborizó. Se dirigió hacia la salida del gimnasio, bastante avergonzado como para decir algo.

Esta vez Rukawa lo detuvo, llamándolo de la única manera efectiva que conocía, lanzándole un balón en la cabeza. Como era de esperarse Hanamichi volvió a su estado normal en cosa de una fracción de segundo; literalmente se abalanzó sobre el chico más bajo, dándole fuertes golpes en la frente con su propia cabeza.

- ¡¡¡¿¿CÓMO TE ATREVES A GOLPEAR A UN TENSAI COMO YO, MALDITO KITSUNE?!!!!-bramaba exasperado.

Rukawa algo azorado sólo pudo golpear a Sakuragi en el rostro, logrando sacárselo de encima. Su cabeza le dolía y le daba vueltas. Sentía que su vista se nublaba, pero luchó para no caer al suelo, apoyándose en la pared del gimnasio. Pero el pelirrojo ya había reaccionado del reciente golpe, y no se iba a quedar tranquilo así como así.

El más alto caminó hacia Rukawa con pasos firmes y decididos, con sus puños apretados y su mirada de fiera. El chico de ojos azules sólo lo miró fijamente, esperando el golpe que pronto le tendría que llegar, pero que no llegó. Hanamichi nuevamente se quedó muy nervioso al sentir la mirada profunda del otro chico. Sakuragi se había detenido a unos dos pasos de Rukawa, y se quedaron nuevamente mirándose. El de cabellos negros confundido, y el pelirrojo demasiado perturbado como para decir o hacer algo.

Rukawa suspiró de repente, desviando la mirada del pelirrojo, caminó hacia donde estaba el balón, y comenzó a driblar. Suave y continuamente. Hanamichi al escuchar los botes del balón se volvió hacia Rukawa. Observó cómo éste comenzaba a jugar con la pelota, dando saltos y movimientos rápidos.

- ¿Quieres jugar do'aho?-inquirió Rukawa moviendo el balón con su dedo índice.

Una sonrisa algo desafiante se dibujó en el rostro pálido del de cabellos oscuros. Al pelirrojo se le iluminaron los ojos, y con la misma mirada retadora caminó hacia Kaede, con una mano en su cadera y la otra apuntándolo con el dedo índice. (típica posición de él)
- Ahora vas a ver la fuerza del tensai, estúpido kitsune.-declaró sonriendo.
- Torpe...-dijo más para sí.

Así comenzó un juego uno-contra-uno, donde quedaba en evidencia las grandes habilidades de ambos. aunque Rukawa jugaba mucho mejor que Hanamichi, este último no le permitía el juego fácil. El de pelo negro encestaba tres canasta cada una del pelirrojo.

Llevaban dos horas jugando así, ambos agotados y envueltos en sudor. Rukawa estaba más exhausto, jadeaba y muchas gotas de su sudor bajaban por su rostro.

- Dejemos el juego hasta aquí, do'aho-dijo el chico más agotado, con la respiración agitada.
- Está bien...Se ve que soy muy tensai para ti-alardeó riéndose.
- sí, como no tarado...

Ambos se dirigieron a los camarines a tomar una ducha. Rukawa comenzó a desvestirse, quitándose la polera que se encontraba pegada al cuerpo por causa del abundante sudor. Quedó así al descubierto su espectacular figura. Sus pectorales bien formados y mojados por el sudor, le daban un brillo irresistibles; su abdomen firme, su blanca piel. En verdad se veía bastante sensual con sudor en todo su blanco cuerpo, su magistral figura casi por completo al descubierto, su perfecto y hermoso rostro del cual Hanamichi se quedaba hipnotizado. Y claro que todo ese increíble espectáculo no pasó desapercibido por el pelirrojo, quien miraba embobado al kitsune, recorriendo con su vista todo su torso y abdomen, su espalda, sus hombros, su blanco y extenso cuello, tan perfecto, tan blanco, tan suave y delicado, pero a la vez tan fuerte; miraba ese cuerpo tan deseado en ese momento por él.

- ¿Tú no te piensas en duchar?-dijo Rukawa sacando a Hanamichi de ese sueño en el que estaba absorto. Sakuragi se enrojeció más que su cabello.
- Hem....Sí, ¡sí! Claro-tartamudeó nervioso.

Rukawa se quitó su última prenda y se metió a una tibia ducha. Sentía calor, pero el no podía resistir el agua fría. Hanamichi también se quitó su ropa, quedando desnudo. Su cuerpo, tan perfecto como el del otro chico, se sometía a una fría ducha. Toda el agua bajaba por su rostro aún sonrojado, bajando por su largo y hermoso cuello, llegando a sus fuertes y muy bien formados pectorales; donde seguía cayendo el agua llegando a su musculoso abdomen, bajando por sus caderas, entrepiernas y sus largas piernas, tan bien formadas y resistentes a cualquier esfuerzo físico, por muy fuerte que sea este. Cortó la ducha y se puso su toalla alrededor de su cintura. Salió del baño y fue a vestirse. Ahí encontró a Rukawa a medio vestir, con sólo unos boxer oscuros. Su cabello mojado, siempre despeinado.

El chico estaba mirando a Hanamichi fijamente, éste se ruborizó y quitó su mirada a la de Rukawa. El chico de ojos azules observaba cuidadosamente a Hanamichi, deseando todo ese cuerpo, todo ese ser del cual se estaba enamorando, pero sabía que eso era imposible, él nunca se enamoraría de él. Alejando ese deseo frustrado, terminó de vestirse. Se incorporó para luego marcharse.

Caminó a la salida del camarín, dejando allí un par de ojos rasgados mirando triste y confusamente. En verdad Hanamichi no sabía qué sentía realmente por Kaede, pero seguro no era odio, ni menos indiferencia. cuando estaba bajo su presencia sentía su corazón agitado, de forma muy singular de como lo sentía con Haruko antes, ya que no sentía lo mismo por ella, o al menos lo que creía sentir. Ahora pensaba mucho más en ese kitsune que lo perturbaba a cada instante. terminó de vestirse y salió del gimnasio, respirando el aire que le golpeaba suavemente la cara, y le remecía ligeramente los cabellos rojos.

Sintió hambre y se dirigió a una fuente de sodas para comer algo barato y rápido, más que mal eran las nueve de la noche y no tenía mucho dinero. Entró a la primera fuente que encontró, una llamada "gato silvestre", se rió para sus adentros, dibujando en su mente a Rukawa con cara de gato. el lugar era pequeño, con sólo diez mesas, buscó alguna de ellas desocupadas, pero no había ninguna de todas sin ocupar. Se iba a retirar cuando en eso divisó una cabeza negra que sobresalía del resto. era Rukawa.

¿Qué hago? ¿Me voy o me siento con el kitsune?-pensó indeciso. Sentía un hambre horrible y a demás no era del todo mala la idea de sentarse con el zorro. Tragó saliva y caminó con pasos lentos donde Rukawa. Al llegar, se paró al lado de él, serio. El chico de cabellos negros estaba justo tomando un té, y al ver al do'aho parado a su lado, casi lo escupe. En verdad estuvo de hacerlo, pero su gran control sobre sí mismo (para sólo estos casos), pudo contenerse, aunque no pudo ocultar su gran asombro.

- Mmmmm......¿Me puedo sentar? Es que no quedan más mesas disponibles-se justificó antes de que el otro creyera cualquier cosa.

Kaede sólo asintió, aún algo atontado. Luego volvió a ser el de siempre, inexpresivo. Llegó la camarera:

- ¿Qué se le ofrece?-dijo con voz alegre.
- Mmmmmmmm......Quiero una bebida, más un sándwich de pollo, más papas fritas, más un helado de chocolate, más un chocolate -más una gran lista de cosas-A ver, creo que eso no más.-respondió olvidando por completo la presencia de Rukawa.
- ¿Y a usted se le ofrece algo más?-le preguntó la mujer al zorro, este negó con la cabeza.

Sólo ahí Sakuragi recordó que estaba con el kitsune, maldiciendo el haberse comportado así, como si nunca hubiera comido.

- Creo que tienes hambre, Do'aho–bromeó el chico con voz fría.
- Es que yo no soy un flacuchento somalí como tú-se defendió.
- Tarado....-sólo respondió con su típica mirada, bebiendo nuevos sorbos de su té.

Le trajeron el pedido de Hanamichi, y éste comenzó a devorárselo con grandes mordiscos, que dejaban al par de ojos azules del frente atónitos.

Vaya, este do'aho sí que tiene apetito-pensaba rukawa al ver al pelirrojo comer. Al cabo de dos minutos no había rastro de comida.

El pelirrojo recostó todo su cuerpo en el respaldo de la silla, con ambas manos sobre su estómago, que se había dilatado un poco.

- Ah! Creo que comí un poco rápido.

El otro chico sólo miraba sorprendido, mientras que le dieran ganas de bostezar. El sueño lo había invadido nuevamente. Llamó a la camarera y pidió la cuenta de ambos.

- Hey! Do'aho, tú me vas a pagar el té, por haberte ganado esta tarde-le informó.
- ¡¡¿¿QUÉ??!! DESPUÉS DE QUE YO TE LLEVÉ A LA ENFERMERÍA CUANDO TE DESMAYASTE, KITSUNE MALAGRADECIDO, ME HACES PAGAR AHORA TU TÉ, CUANDO TU DEBERÍAS PAGARME LO QUE COMÍ!!!-gritó a todo pulmón, olvidando por completo de la gente.

Rukawa sólo se llevaba una mano a la cabeza, diciendo:

- Este do'aho no tiene remedio-lo miró algo molesto-Está bien, yo te lo pagaré.

El chico de cabellos negros pagó todo, parándose de su asiento, listo para ir a dormir. El pelirrojo salió al mismo tiempo. Fuera de la fuente de soda, ambos tomaron caminos diferentes, aunque ambos deseando ir juntos a algún lugar.

Hanamichi caminó hacia su casa, pensando mucho en el día de hoy. Pensando más que nada en Rukawa. Con sólo pensar en él su corazón se agitaba. Por fin llegó a su casa, se acostó de inmediato, esperando conciliar el sueño. Pero no lo logró, se desveló pensando en ese cuerpo tan bello, en ese rostro tan blanco y tan hermoso, en esa boca tan perfecta, en esos labios tan sensuales, tan besables, tan deseados. Soñaba en ese momento con poder unir sus labios con los de él.

Rukawa en el balcón de su apartamento pensaba también en Hanamichi, en su hermoso cuerpo, en su cuello largo y moreno, en su cabello color fuego, en sus rasgados ojos cafés e inocentes, en su nariz recta y dura, no tosca, pero tampoco fina. En esos labios carnosos y bien delineados. En ese candor tan característico en él. Deseaba ante todo que ese do'aho, su do'aho, le perteneciera. Anhelaba besarlo hasta que se le acabara el aire, incluso más; soñaba con besar y recorrer con sus labios y lengua todo ese cuello, el camino de sus orejas, el lóbulo de ellas.

Unas gotas de lluvia empezaron a caer, luego éstas fueron aumentando, convirtiéndose en una fuerte lluvia. El chico miraba el agua caer con cierta melancolía. Le agradaba la lluvia, ver caer el agua, y mejor aún si ésta lo mojaba, como lo estaba haciendo ahora. Pero le dolía pensar que ésta era su única acogida, la única acompañante de su soledad. Sabía que lo de hoy, lo de su encuentro con Hanamichi no había sido más que una coincidencia, una cruel coincidencia. Y ahora, su más fiel compañera le mostraba su realidad, de la cual estaba preso de por vida. Una lágrima solitaria bajó por su rostro. Limpiándosela de inmediato, ya que odia el llanto más que su propia vida. Se fue a acostar.