Capítulo III


Domingo por la mañana, se levantaron temprano, desayunaron al estilo americano, huevos, jamón café y un vaso de jugo de naranja. Hanamichi sabía que por lo menos los días que no tenían que trabajar o clases, a Kaede le gustaba ese tipo de desayuno. Claro, no tenía que comerlo a las apuradas.

El itinerario del día sería: Ambos chicos de pelo azabache almorzarían afuera, Hanamichi iría al centro a ver a Touya al trabajo, y luego iría de compras con Yuki. Era un favor que éste le había pedido, sería una sorpresa.

Ambos chicos subieron al deportivo, y se dirigieron en dirección de la costa. En el viaje Kaneda le indicaba en que consistía la reunión, quiénes estarían y qué tenía que hacer.

Luego de una hora y media de viaje, el deportivo se adentró en un pasaje que llevaba a una gran casa, estaba rodeado por árboles de sakura, algunos abetos, y pinos. Se estacionó en la puerta, un joven muchacho le abrió la puerta, le entregó las llaves. Y le susurro al oído:

-Ráyalo y eres cadáver-el muchacho sólo pudo hacer una pequeña reverencia con terror en sus ojos.

Y se alejóentrando por la puerta principal. Era una casa muy grande, el hall de entrada era todo blanco, realmente hacía juego con su traje claro. Observó detenidamente, había una escalera que conducía al primer piso, a su izquierda estaba un cuarto que sería el living y a su derecha se encontraba una puerta que dirigía la jardín.

-Bienvenido Sr. Rukawa, el Señor Acosta lo está esperando.

-Buenos días – dijo secamente, el hombre que lo había saludado era uno de los hombres del dueño de aquella casa, Marcos Esteban, mano derecha de Fernando Acosta, un gran empresario cubano, y uno de los más importantes miembros de la Mafia Cubana. Esteban era un hombre serio, un porte varonil, ojos marrones oscuros, haciendo juego con su pelo corto, al cual solo tenía unos pequeños mechones que hacían de flequillo.

-Gracias por venir. Su primo ya se encuentra en el jardín. ¿¿Me acompaña?? – le decía cortésmente. Kaneda sólo hizo una reverencia y lo siguió.

Allí en el jardín se encontraba todo tipo de personajes del ambiente empresarial y mafioso. Era una reunión donde se limaban “asperezas”, para seguir cada uno con los negocios, sin llegar a perjudicar a otros “....claro, siempre y cuando la competencia estuviera viva y no sufriera “ accidentes” repentinos.....” había sido el comentario de Akira cuando los habían invitado a esa reunión.

Akira, su primo, era un personaje, lo hacía reír en los peores momentos, pero era muy bueno en los negocios. Pero tenía un defecto, sus amantes, hombres o mujeres. Siempre los usaba y los desechaba, como si nada, pero hubo cierto sujeto que no pudo caer en sus manos. Parecía extraño, no sólo no llevaba el apellido Rukawa, sino que se había enamorado del mismo sujeto que su primo Kaede. El pelirrojo, Hanamichi Sakuragui, debía aceptarlo, era atractivo, inocente, y tentador. Pero él era firme, no como Akira, que lo llevaba rato observando cómo coqueteaba con jovencitas que estaban en bikini cerca de la piscina.

-Primo!!!!! – gritó Akira

-No te cansas, ¿verdad? – mirando a las chicas que se encontraban allí haciéndoles una reverencia.

-¿Me disculpan? – y besando la mano de cada una se apartó llevando a Kaneda lejos para poder hablar – ¿¿¿Solo?? – preguntó con una gran sonrisa.

-No – le contestó con otra sonrisa.

-Sr. Rukawa, Sr. Sendoh*, El señor Acosta los espera, si me siguen los guiaré-Marcos se les había acercado sigilosamente

-Por supuesto, gatito!! – Akira le dijo sonriente.

-Perdón?!? – lo dijo más como si lo hubieran insultado que por sorpresa.

-Caminas sigilosamente, sin hacer ningún ruido, como los gatos – haciendo este comentario, se alejó con una gran sonrisa seguido por Kaneda, que sino fuera que tenía que parecer un hombre de negocios serio, seguro que estaría tirado en le piso de la risa, con sólo ver el rostro de Marcos.

-Nunca cambiarás, ¿verdad? – le dijo por lo bajo, Akira solo atinó a mirar por sobre su hombro y sonreír.

-No.

-Gatito?!?!? – se repetía una y otra vez, Marcos estaba rojo de coraje, nadie antes lo había insultado de esa forma, pero reconocía que se había acercado sin hacer ningún ruido – Gatito – se dijo una vez más pero con una muy leve sonrisa casi visible.

Se acercaron a una gran mesa puesta en el jardín, la mayoría ya se encontraba allí, discutiendo que otro asunto personal y/o territorial.

-Señores – dijo con voz firme Fernando Acosta, mientras que con el tenedor golpeaba suavemente una copa – Señores, su atención por favor – una vez que estuvieron en silencio prosiguió – Hoy los he invitado para arreglar ciertos negocios, yo sé que a muchos no le gusta discutir en una reunión de este tipo, pero es que hoy es un día muy especial. Mi hijo Julián – señalando al joven que tenía a su izquierda – Se integraraá al circulo de negociaciones de nuestra familia, por lo cual les anuncio que en ciertas ocasiones tendrán que tratar con él – la mayoría de los presentes sólo había atinado a aplaudir muy levemente, algunos ni se molestaron, incluyendo a los Rukawa.

El joven tenía no más de 22 años, rubio de ojos verdes, medía aproximadamente 1.70/1.75 no más, delgado pero con un buen cuerpo.

Akira estaba haciendo comentarios a Kaneda cuando un joven mesero se les acercó y les entrego un vaso de vino tinto a cada uno. Akira lo miró detenidamente, y observó que estaba nervioso, lo miró a los ojos, y le sonrió. Éste le devolvió la sonrisa, pero era muy fingida. Cuando se retiró, Fernando Acosta quiso hacer un brindis, todos levantaron las copas, y brindaron, menos Kaneda y Akira.

Este detalle fue obvio para los invitados.

-¡¡¿Por qué no brindan con nosotros!!?–dijo uno que estaba molesto por la actitud de ambos.

-Mis disculpas – dijo Akira poniéndose de pie, tomando la copa, pero dirigiéndose al joven mesero que les había servido el vino – Muchacho, ¿¿brindarías conmigo?? – Todos se lo quedaron viendo.

-Sr. Sendoh – interrumpió Marcos –la servidumbre no está disponible para los invitados – conociendo su fama de conquistador.

-Marcos, malinterpretas mis intenciones – Akira lo miró con una gran sonrisa, pero Marcos había visto que su mirada no era la misma que había visto cuando lo llamó “gatito”, sus ojos pararían que se habían oscurecido, no tenía ese tono violáceo, es más, eran de desconfianza – Vamos muchacho, toma el vaso y brinda conmigo-había sido una orden.

El joven mesero tomó el vaso con mucho cuidado y nerviosismo. Lo arrojó al suelo, y de su espalda sacó un cuchillo, queriendo herir a Akira, pero éste lo tomó del brazo, con un giro en el lugar que se encontraba parado lo pasa por sobre su hombros y lo azota contra el suelo, dejándolo frente a Kaneda, que aún se encontraba sentado. Cuando el muchacho se levanta con el cuchillo aún en su mano, mirando al que se encontraba al frente suyo, cae muerto instantáneamente.

Todos estaban sorprendidos, más de uno había sacado un arma, que llevaba escondida. Kaneda tomó el vaso de vino, lo huele, lo vuelve a depositar en la mesa. Y se encamina hacia la puerta principal seguido por Akira. Pero se detiene y se gira.

-Amigo Acosta, un consejo. Cuando emplees a la servidumbre, verifica sus antecedente, para que hagan un buen trabajo.

-¡¡¿Acaso me acusas de lo sucedido!!!? – Dijo gritando molesto.

-No, no te acuso de nada, sólo un consejo para aquellos que intenten algo, el curare es muy dulce y fácil de percatar. – se dio vuelta y ambos muchachos salieron de la residencia.

Marcos por otro lado, se había acercado al cuerpo del mesero, y observó que en su nuca había una aguja muy fina, con una cinta roja en su extremo. Cuando la sacó se sorprendió al ver que la aguja debía medir por lo menos unos 10cm. –Increíble!!-pensó- su sombra debe ser muy buena para que acertara de esa manera, y que él se quedara muy tranquilo sentado.

-Una aguja curare – dijo Julián por sobre su hombro – típico de la familia Rukawa, penetra en la nuca y llega hasta el cerebro, provocando la muerte instantánea.

-Sr. Julián – dijo sorprendido – Sí, tiene razón, pero que yo recuerde no hay nadie que pueda manejar esa técnica en la Familia Rukawa, después que fue desterrado el Sr. Masato, no quedó nadie de sus contactos.

-Es verdad – dijo Julián mientras se retiraba.- pero siempre hay una posibilidad...... – pensó mientras se retiraba al estudio de su padre que estaba muy alterado, no podía creer lo que había sucedido en su propia casa.

Por otro lado, Kaneda subió a su auto y se marchó del lugar seguido por Akira que venía en su moto, una Kawasaki blanca con franjas rojas. Después de hacer varios kilómetros, se detuvo al costado del camino, encendió un cigarrillo, y volvió al carretera, en dirección de Tomoeda.

-¿Todo bien? – preguntó Kaede que se encontraba a su lado.

-Mejor que nunca, ¿dime qué pudiste observar? – dijo muy tranquilo, mientras miraba su espejo retrovisor.

-Lo mismo de siempre, unos hipócritas adinerados capaz de matar a su propia sangre por un poco de poder.

-¡JA! Tú tampoco cambias – dijo con una gran sonrisa, era una sincera - A propósito, tu puntería sigue igual que siempre.

-Yo no fui – dijo fríamente.

-¿Cómo? – clavando los frenos, del asombro dejando unos huellas en el pavimento–Repite lo que dijiste.

-YO – NO – FUI – dijo pausadamente.

-Entonces.....-de repente pasa Akira, en su moto, pero esta vez llevaba a alguien con él.

Kaneda arrancó el auto en tercera, para poder llegar a quinta y alcanzar a Akira. La persona que llevaba Akira estaba todo de negro, zapatos, medias, pantalón, campera y guantes. No dejaba nada que pudiera sospechar de quién se trataba, cuando lo alcanzó intentó detenerlo, atravesando su auto, pero Akira era hábil con la moto, y evitó toda posibilidad de ser interceptado. Logrando escapar y dejar a los Rukawa muy atrás, Kaneda tuvo que frenar de golpe, el movimiento que había hecho Akira casi provoca que chocaran con unos árboles.

Después de tomarse un breve respiro, el celular de Kaneda empezó a sonar.

-¡Estás perdiendo la mano, primo! – se burló Akira.

-...............

-¡Ok! Lo siento, pero te diré que estoy en buenas manos, como lo estás tú ahora – dijo Akira muy seriamente-Saluda a Kaede de mi parte, y dile que me perdone, es que mi sombra no confía en nadie – y con una sonrisa – ¡Sólo en mi! – y colgó.

Kaneda hizo lo mismo, miró a Kaede.

-¿Tienes hambre? Conozco un restaurante a la orilla del mar muy bonito.

Kaede no dijo nada, sólo se acomodo, y cerró sus ojos, deseaba dormir un rato. Kaneda se sonrió y puso en marcha el auto, y se dirigió a la costa. Había sido una mañana muy agitada, de seguro su primo quería ver a su pelirrojo, eso era bueno, lo distraería un poco.


Nota: me salió algo raro, lo que se les ocurra, [email protected] , ojo a partir de ahora será más fuerte, en todo sentido, los que llegaron hasta aquí GRACIAS!! Espero que salga todo bien.

Sendoh* = era obvio que era él, verdad?!