Sendoh x Rukawa

Tras la sombra de sus pasos

Por: Paula


Él camina, yo lo sigo. Tiendo a contemplarlo en la distancia, él acostumbra ignorarme.

Camina a casa todos los días, lo espero en la salida de la preparatoria, lo acompaño, no me mira. Pero sabe que estoy ahí, tras él, a dos metros de aquel silencio indiferente que nos separa y nos mantiene unidos.

Voy tras sus pasos, oculto en su sombra. Él camina sereno y con paso firme; no necesita nada...Mucho menos a este idiota que va tras él. Pero aún sabiendo que es así continúo con esto...Me gusta imaginar que la ilusión no es sólo mía.

Supongo que por eso camino tras él cada tarde. Sólo me bastan aquellos 20 minutos que tarda en llegar a casa para llenarme de ilusiones baratas, donde soy el dueño y guardián de lo que jamás podrá pertenecerme...Un par de ojos vacíos que no se dignan a mirarme.

Lo conozco más allá de lo que aparenta; él es aquel chico soberbio que detesta perder un juego, que no acepta ser segundo, que jamás me permitirá ser su amigo. Él es quien tiende a turbarse, a confundir su rumbo y a elevar sus metas de manera obsesiva...Pero en ocasiones su cuerpo no resiste tanto como él espera y se exige al límite sin comprender lo frágil que se torna. La desesperación de ser incapaz lo ha llevado a estados de desquicio incontrolable, donde el llanto no basta para calmar su sed de perfección frustrada y su cuerpo se deshace en autoflagelaciones. Ese fue el primer lazo que me ató a él, un juramento silencioso de no dejarlo acabar consigo mismo, un extraño tipo de promesa de la que él nunca se enterará, pero sentenciada en el momento mismo que por primera vez lo vi autodestruirse por mi culpa; cuando comprendí que su naturaleza era el cristal...Cuando lo vi romperse en mil pedazos frente a mí al perder un juego. 

Él es quien me tiene así,  intentando acercarme cada vez más para estar ahí, junto a él cada vez que pierda la razón, cada vez que su cuerpo se vuelva inerte...Siempre a dos metros, contemplándolo, sintiendo su alma, confundiéndome en su delirio.

Lo siento, lo escucho, lo observo. Para él soy su rival, yo soy quien lo espía. Sé que debo conocer sus tácticas de juego y no fijarme en lo que siente, no escuchar su silencio, no observar su soledad. Porque para él sé que no existo, pero soy yo quien lo busca cada tarde con el sólo afán de sentirlo cerca, soy el mismo que lo acompaña a casa, que lo cuida a la distancia y que conoce cada uno de sus movimientos. Soy quien ha observado cuidadosamente cada gesto, los detalles de su rostro austero y la intensidad de su mirada vacía. Sé quién es...Él no es como yo.

~*~

Cada tarde es lo mismo. Sale de la escuela con aquella elegancia que lo caracteriza, el rostro indiferente y la mirada perdida. Al pasar por mi lado no me mira, frunce el ceño y continua caminando, pisando firme y sintiéndose dueño del mundo. Su manera de andar me provoca sensaciones extrañas; ganas de correr hasta él, olvidar nuestro pacto de distancia jamás mencionado y abrazarlo fuertemente como si fuese la última vez que lo haga. Mi mente a menudo olvida la realidad y desborda en fantasías de este tipo, así que me limito a sonreír y seguir sus pasos en silencio. Sé que hablarle es perder el tiempo...Seguirlo creo que también.

En ocasiones me pregunto qué pensará acerca de esto. Koshino piensa que es ridículo; dice que sólo un demente o un estúpido puede dedicar su vida a seguir un desconocido. “Realmente me decepcionas Sendoh” Dice cada vez que ve dirigir mis pasos hacia Shohoku. “No comprendo tu obsesión por Rukawa...Es un idiota”, murmulla volteando el rostro con desprecio. Yo sonrío. Me da vergüenza decirle que yo tampoco comprendo.

No sé, pero a veces creo que mi presencia no lo incomoda tanto como supongo. Hay veces que desvía su camino habitual y camina largo rato por la costanera. Jamás mira el horizonte al atardecer, jamás mira hacia donde estoy yo. Camina silencioso y cabizbajo a medida que su paso se torna lento y vacilante. A ratos se detiene y luego continúa. Me pregunto qué sentirá en esos momentos, cuando me detengo a su lado y me siento junto a él...Cuando con mi pierna toco la suya y me quedo inmóvil pretendiendo ser él...Un ser de hielo ardiendo en silencio. Me pregunto que pensará cuando el silencio nos envuelve y la brisa nos une; y él mira al cielo y yo al océano. Sé que las estrellas nos reconocen...Nuestro destino está en el cielo.

Mis sueños se diluyen luego al atardecer, sentado junto a él fingiendo no conocernos. Mis sueños parecen tan absurdos cuando está junto mi, entregado a los brazos de Morfeo, sin sospechar que son los míos los que lo sostienen cuando pierde la conciencia. Lo tomo con cuidado y lo abrazo tiernamente. Mis caricias complacen su sueño haciéndolo de esbozar una débil sonrisa que jamás ha pensado en regalarme.

Mi deleite termina luego de un rato, cuando se ha saciado de simular estar muerto y comienza a escabullirse de mi abrazo con la pereza de un felino, dejando de aferrarse a mi cuerpo y separando su tibia mejilla de mi palpitante corazón. Ahí es cuando guardo silencio y maldigo mi inseguridad ¿Por qué diablos no soy capaz de aferrarlo a mi pecho y mantenerlo por siempre entre mis brazos? Mi vergüenza no basta, él se levanta indiferente y se va de mi lado...Camina lento...Quizá esperando que le dé alcance.

No recuerdo el momento exacto que comencé este juego de seguir a quien me ignora. Intentarlo sólo hace venir mente una promesa hecha de dolor, que quizá de tanto sangrar se transformó en una obsesión incontrolable, una necesidad enfermiza por proteger a quien se entrega a mis brazos cuando no está conciente, pero finge no saber que existo cuando me tiene cara a cara.

Y aquí estoy una vez más, él está distante, en su mundo lejano al mío, pensado en algo de lo que yo nunca me enteraré. Camina frente a mí balanceándose con cautivante y varonil gracia. Sonrío. Está frente a su casa, la puerta se abre y una vez más desaparece de mi realidad, desvaneciendo sin piedad mis ilusiones de posesión.

Al pasar frente a su casa no puedo evitar preguntarme si detrás de aquella ventana se esconderá alguna silueta tímida, un ser de cristal que observe como me alejo. No me atrevo a voltear, pero sonrío. Sé que esto pronto llegará a su fin, sé que terminaremos con este juego de una vez por todas. Lo haré, un día tendré valor y enfrentaré su indiferencia...

...Me pregunto que cara pondrá cuando caminando hacia su casa le dé alcance, tome su mano y si decir palabra lo lleve conmigo lejos de todo este infierno...

¿Fin?