Capítulo 3
A veces el corazón tiene huesos, y a uno le duele como si lo tuviera fracturado. Así sentía Hana su corazón.
Esa sonrisa tan típica de Hana había desaparecido, y en su lugar se había quedado una boca seria, que había olvidado como se sonreía, y su rostro tenía la expresión de los que se han fracturado el corazón. Hana había cambiado, mucho, demasiado.
Sus habilidades en el basketball eran sorprendentes, ya era conocido, tan conocido como lo era Rukawa. Pero Tensai ya no era el mismo, por primera vez ya no le importaba.
Los ojos de Hana habían cambiado, ya no tenían esa luz, esa alegría, esa fiereza, esa dulzura. Ahora eran ojos fríos, serenos, lejanos, ausentes, dolidos.
Por primera vez entendió a Rukawa. Se refugió en el basketball. Quería olvidar, pero no quería, no podía. Ese dolor era lo único que no lo dejaba olvidar. Entendió porque sus ojos eran tan fríos, porque no tenía amigos, porque estaba solo.
Con la misma fuerza de voluntad que logró en sus entrenamientos con Rukawa, día a día, con la que lograba no desmayarse cuando Rukawa practicaba con él después del entrenamiento, la aplicó ahora a los estudios. Su desempeño era sobresaliente, escolar y deportivamente. Pero no era suficiente.
Jugaba basketball como un loco, un enajenado. Comprendió por qué Rukawa jugaba como si se le fuera la vida en eso. Jugaba para no olvidar, para no recordar, jugando su mente estaba en paz, jugaba para vivir, para así tener un motivo para seguir viviendo y no desfallecer. Jugaba porque jugar le recordaba a Rukawa. Porque cada vez que cometía una estupidez, soñaba con escuchar ese típico Doaho.
Había logrado todo lo que había querido al comienzo. Ahora Haruko lo quería, sólo tenía que sonreírle y Haruko estaría con él. Quizás Haruko se enamoró de esos ojos, tan distintos, pero con la mirada de Rukawa impresos en ellos indeleblemente.
Dos meses ya de la partida de Rukawa, y Hana lo extrañaba cada día más que el anterior.
Hace dos meses, Rukawa no asistió a clases. Hana se dio cuenta inmediatamente, porque no podía estar sin ver a Rukawa, pero no se asustó. Sabía que sucediera lo que sucediera, no faltaría al entrenamiento. No llegó.
El profesor Anzai llegó cuando ya habían terminado la practica, y Akagi se despedía del equipo. Hana vio el rostro del profesor y le tembló el corazón.
Akagi reunió al equipo. Habló el profesor Anzai, serio por primera vez en todo el tiempo que Hana lo conocía
- Equipo, tengo que darles una noticia. Como ya se habrán dado cuenta, Rukawa no asistió a la práctica. El director me acaba de avisar que Rukawa debió salir del país de forma urgente en la madrugada... Rukawa me envió un fax, me pidió que se los leyera.
- Profesor Anzai, sé que esta no es la forma más adecuada de despedirme, pero es la única que poseo en estos momentos, mi vuelo sale en 5 minutos. Deseo darle las gracias por sus sabios consejos y la paciencia que tuvo conmigo, por aceptarme en su equipo de basketball, por dejarme hacer lo que más amo en esta vida. Gracias.
También quiero agradecerle a mi equipo. Despídame de Akagi, Kogure, Mitsui, Ryota, del resto de mis compañeros de equipo. Dígale a ese Doaho de Sakuragi que muchas gracias por todo y a Ayako que Aoshi no tiene mala memoria.
Me despido de esta forma porque me mandaron llamar desde el extranjero de manera urgente, y puede que vuelva en una semana, en un mes, como que me demore un año o diez en volver. Sé que lo más probable es que cuando vuelva ya el equipo de basketball de Shohoku sea completamente distinto al que dejo.
Les deseo la mejor de las suertes.
Rukawa Kaede.
En ese momento, Hana sintió como se le fracturaba el corazón. El equipo se quedó en silencio, mirando el suelo. Ayako hizo un mohín, y Haruko se apoyo en su hombro para que no la vieran llorar. Mitsui palmeó la espalda de Kogure, en un apoyo silencioso, y Ryota se fue a las duchas, completamente serio. Akagi se quedó hablando con el profesor Anzai. A Hana se le dio vuelta el mundo. Sin preocuparse de nada más, dejó el gimnasio y subió en la azotea, serio, frío, como si no le importara en lo mas mínimo. Una vez arriba, solo, rompió a llorar. Lloró hasta que se le secó el alma y el corazón. No volvió a sonreír.
Hana se alejó del Sakuragi gundam, porque ni ellos eran capaces de soportar al nuevo Hana. Se quedó solo, tan solo tenía al basketball. Ahora el nuevo antisocial era Hana.
Todas las noches, después del entrenamiento, pasaba por la casa de Rukawa, e imaginaba que había vuelto y estaba dormido en su cama de sabanas negras. Era su único consuelo. Recordar el sabor de la boca de Rukawa le rompía el alma. Ese sabor lo sentía en los momentos más inesperados, y le dolía tanto porque solo era el recuerdo de un sueño. Le dolía la falta de valor para haberlo besado antes de que se fuera... Dios, como podía saber que esa noche, cuando se despidieron después de su sesión de practica especial, sería la ultima vez que lo vería. Recordaba verlo cuando se iba, con esa gracia felina en cada movimiento, y que mentalmente se prometió decírselo mañana. No hubo un mañana.
Lo tenía todo. Excepto a él, y era lo único que quería de verdad.
Hace ya dos meses de la partida de Rukawa, y la práctica ya no era la misma. Sin el Hana de antes, eran bastante aburridas. Y con el nuevo Hana sacándose el alma en cada práctica, eran brutales.
Hana estaba preparando un tiro de tres puntos. Se puso en posición, y lanzó. Dos balones entraron limpiamente en el aro. Hana ahogó un gemido, un presentimiento le recorrió el cuerpo. Solo había una persona que le encantaba hacerle eso. Rukawa, Rukawa. No fue capaz de mirarlo.
- Parece que llegue un poco tarde, mis disculpas, profesor Anzai, Akagi-sempai.
Rukawa estaba parado en la puerta, con un bolso al hombro, vestido sport. Todo el equipo sonrió y lo fue a saludar en manada.
- Rukawa, te esperábamos para mañana-. Dijo Akagi, quien se ganó una mirada indescriptible.
- Lo sé, pero el vuelo se adelanto y preferí venir a saludar.
Rukawa estaba distinto. Su mirada era más humana, más sincera, ahora reflejaba sus emociones, era hermosa, humana, luminosa.
- QUE DIABLOS HACES AQUÍ, ZORRO IMBECIL!!!!!
-...-
- POR SI NO HABIAS DADO CUENTA EL EQUIPO ESTABA PERFECTAMENTE SIN TI, NO DEBISTE HABER VUELTO,. NADIE TE QUIERE NI TE NECESITA AQUÍ!!!!
La voz de Hana se escucho clara y fuerte, seria, retumbando en todo el gimnasio.
- NADIE TE MANDO A LLAMAR, IMBECIL, MEJOR DEVUÉLVETE Y DEJANOS SOLOS. NADIE TE EXTRAÑO.
Hana no sabía porque dijo eso. La voz no le tembló, no tartamudeo. Quizás inconscientemente trato de actuar como el Hana de siempre, pero algo no resultó.
Todo el equipo miraba a Hana con unos ojos enormes. Hana se dio vuelta y miro a Rukawa a los ojos. Y no vio lo que esperaba.
Esperaba ver esa mirada de superioridad y escuchar ese Doahou que tanto extrañaba, que Rukawa lo obviara y lo mirara con esa mirada suya de ya-cállate-animal-inferior. Lo que vio fue una nube de dolor inmensa cruzar sus ojos antes de que Rukawa mirara el suelo y hablara, con la voz quebrada, increíblemente triste y dolida.
-Lo siento, no quise interrumpir... No se preocupen, ya me voy. Buenas noches.
Rukawa se marchó sin mirar atrás, y Hana sintió como si los pocos huesos de su corazón que habían sobrevivido se hubiesen vuelto polvo...Esos ojos...
No tuvo tiempo de reaccionar. El golpe de Akagi, directo, brutal a su mandíbula lo mandó unos 2 metros más allá. Lo miró. Los ojos de Akagi llameaban. La voz le temblaba de tanta ira que tenía.
-Que te has creido, desgraciado de mierda. Como se te ocurre tratar a Rukawa asi...!!!IMBECIL; ERES UNA MIERDA TAN GRANDE QUE MERECES QUE TE EXPULSEN DEL EQUIPO!!!!
-...-
- TE VOY A DECIR LO QUE PASO: YO SABIA QUE RUKAWA VOLVÍA HOY; ERA UNA SORPRESA. Y SI QUIERES SABERLO; MIERDA DESGRACIADA; RUKAWA SALIÓ DEL PAÍS PORQUE LO MANDARON A LLAMAR DE URGENCIA
LE AVISARON DE MADRUGADA QUE DEBÍA IR A USA, QUE SU HERMANA LO LLAMABA DE URGENCIA. SI TE PREGUNTAS COMO LO SÉ, ES PORQUE EL PROFESOR ANZAI SIEMPRE SE MANTUVO INFORMADO DE TODO.
UNA VEZ ALLÁ, LE INFORMARON QUE SU HERMANA, SU CUÑADO, SU HERMANO Y SU PEQUEÑA SOBRINA RECIÉN NACIDA HABÍAN SUFRIDO UN GRAVÍSIMO ACCIDENTE DE AUTO. SU HERMANO, SU CUÑADO Y LA NIÑA HABÍAN MUERTO INSTANTÁNEAMENTE. SU HERMANA ESTABA EN COMA PROFUNDO. RUKAWA SE QUEDO ALLÍ HASTA QUE SU HERMANA FALLECIÓ, HACE UNA SEMANA ATRÁS. ARREGLO TODOS SU ASUNTOS Y SE VINO PARA ACÁ A REPONERSE.... Y TU, MIERDA DESGRACIADA, LO RECIBES A SI... SI MERECES QUE TE MATE, HIJO DE PUTA!!!!!!!
Hana se quedo sin habla. Esa sombra en sus ojos, Señor, como pudo haberle dicho eso, si lo único que quería era verlo. Se le llenaron los ojos de lágrimas.
- Y NO VENGAS A LLORAR MARICÓN DE MIERDA: ALÉJATE DE MI VISTA O NO RESPONDO.!!!!!
Sintió los sollozos de Ayako, y la mirada de reprobación y de odio del equipo. Rukawa, porque no dijiste nada...Rukawa...Rukawa.
Se levantó. Tomó sus cosas y se fue. Recordó esos ojos, solo querían un poco de cariño, y él lo mando a la mierda. Creía que se había ido en unas especies de vacaciones. Se maldijo interiormente mil veces. Azotó su cabeza contra una maquina de bebidas hasta que la abollo. No sirvió de nada.
Reunió valor y fue a la casa de Kaede. No había luces, pero sabía que el zorro estaba allí. Golpeó hasta que se le canso la mano. Abrió Kaede.
Hana no preguntó, solo entró. No había luces, solo un cigarrillo prendido y abandonado, sus maletas en un rincón.
-Que mierda quieres.- La voz de Rukawa sonaba fría, ausente, dolida.
Hana no contesto. Solo lo abrazó con fuerza, mientras repetía un Lo siento como una letanía.
- Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento,...
Se disculpó por lo que dijo en el gimnasio, por no saber por lo que había pasado, por todas las peleas estúpidas, por los golpes, por los insultos, por amarlo tanto, en silencio, pero seguro de que lo había escuchado.
Lo abrazó más fuerte cuando sintió como Rukawa comenzaba a sollozar. Le acaricio el cabello y lo abrazó más fuerte. Kaede comenzó a llorar como si en ello se le fuera la vida, temblando como un niño. Lo abrazó más fuerte, para que esa certeza que sentía en su corazón le llegara al suyo. Que no lo dejaría solo aunque las mismísimas estrellas se lo ordenaran, que nunca más estaría solo. Y sintió el dolor que se siente cuando sanan los huesos rotos de un corazón.