Capítulo 4: Cuando los recuerdos duelen más


¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida

que os abrazaba enteros y no daba un fulgor?


El domingo Yukito despertó sintiéndose mejor. El cuerpo ya casi no le dolía, la cabeza tampoco y el mareo había desaparecido. Pese a que Touya le había pedido que no bajara de la habitación, que él le subiría el desayuno, Yukito no quiso quedarse acostado más tiempo. El sol que entraba por la ventana pareció darle ánimos para bajar a desayunar a la cocina, cosa que alegró a Touya y a su padre. Tal vez era una buena señal.

Después del desayuno Yukito se disculpó y se retiró nuevamente hacia la habitación. Touya subió tras él. Necesitaban arreglar todos los detalles de su estancia en la casa.

Yukito estaba de pie junto a la ventana en franca contemplación de los árboles de cerezo que poco a poco iban perdiendo sus hojas. Touya lo observó. Se veía tan bello… Tan tierno. Su fragilidad a flor de piel lo hacía sentir una gran necesidad de acercarse y abrazarlo. Por un momento estuvo tentado a hacerlo. Pero de pronto recordó las recomendaciones del médico. No debía acercarse demasiado. No sabía como iría a reaccionar ante la tentativa de un abrazo o una caricia. Prefirió quedarse unos segundos mirándolo. Se había prometido a sí mismo tener paciencia. Esperaría. Estaba seguro de que cuando Yukito estuviera listo, él mismo se lo haría saber.

-Yuki…

-Dime To-ya. –Yukito respondió sin apartar la vista de la ventana.

-Ya tengo listos todos los deberes escolares que nos dejaron para mañana. ¿Quieres que más tarde los repasemos juntos?

-Claro. No hay problema.

-Te quedarás con nosotros durante el tiempo que quieras, así que creo que necesitarás tu ropa y tus cosas personales, además de tus uniformes y útiles escolares. Estaba pensando ir ésta tarde por ellos. Creo que también…

-No To-ya…

-¿…No qué Yuki?

-No vayas… A la casa.

-Pero… ¿Y tus cosas? Las necesitas…

-Sí pero… No vayas… Solo.

-Yuki… No va a pasar nada…

-Por favor To-ya. No vayas solo…

-De acuerdo Yuki. Le pediré a mi papá que me acompañe. Sakura regresará después del mediodía y se podrá quedar contigo hasta que volvamos ¿De acuerdo?

-Sí…

-Irás mañana a la escuela, ¿Verdad? Porque si quieres tomarte algunos días de descanso yo puedo hablar con el director y…

-No. No es necesario To-ya. Iré a la escuela…

-Hablando de Sakura… Como regresa hoy tendré que dejar su habitación. Estuve pensando… Estuve pensando que si no tienes inconveniente alguno podría acomodarme aquí. Como cuando te quedas a estudiar, sólo que al revés. Yo seré quien duerma en el colchón y tú en la cama…

-…

-Pero si no estás de acuerdo no hay problema, puedo compartir la habitación con papá y…

-Está bien To-ya, no hay problema. ¿Pero estás seguro de que quieres ser tú quien duerma en el colchón?

-¿Por qué lo preguntas?

-Porque yo ya he dormido ahí, y te aseguro que no es muy cómodo.

-¿Y por qué no me lo habías dicho? Pude haberte conseguido otro.

-Porque primero quería ver que lo comprobaras por ti mismo. –Y diciendo esto Yukito esbozó una leve sonrisa, lo que hizo que a Touya casi se le saliera el corazón.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

La sala estaba en completo desorden. Libros y papeles tirados por todos lados. Touya notó en seguida que faltaba el pequeño reloj de pedestal en forma de la Torre de Tokio que él mismo le había dado a Yukito en su último cumpleaños. También faltaba el equipo de sonido que Yukito había logrado comprar después de haber trabajado horas extras durante varias semanas. Faltaban algunas otras cosas de valor que Touya también conocía. Mientras Fujitaka trataba de poner en orden algunas cosas, Touya dirigió su mirada hacia uno de los sillones de la sala. Vio tirada en el piso la lámpara de noche. Estaba hecha pedazos. Recordó que Yukito le había contado que la había utilizado para golpear a su atacante. A su derecha vio la puerta que daba hacia el jardín y se dirigió a ella. No notó que su papá observaba cada uno de sus movimientos.

Al llegar a la puerta notó la cerradura profanada. Salió hacia el jardín y caminó lentamente. Una creciente mezcla de sentimientos se iba apoderando de él conforme lo recorría. Cerró con fuerza sus ojos. No quería pensar. No quería imaginar que en ese preciso lugar Yukito… Su pequeño Yuki… Acababa de pasar por una de las experiencias más dolorosas de su vida.

Durante las noches que le había tocado pasar en su casa, Yukito y él terminaban tomando el té en el jardín. A Yukito siempre le había gustado tenerlo bien cuidado. Le gustaba presumirle a Touya cada uno de los brotes que sus bien cuidadas plantas daban. Incluso en una ocasión le dijo que el color azul de la barda ya lo tenía aburrido y que tenía guardada una lata de pintura de color verde que pensaba utilizar muy pronto. Incluso Touya le había dicho que cuando decidiera pintarla le avisara y él lo ayudaría.

Tratando de contener las lágrimas se acercó hasta la pared azul que separaba al exterior y la miró con atención. Y entonces las vio.

Extendió los brazos hacia arriba, y un poco más abajo de donde llegaban sus propios dedos las descubrió, nítidas, las huellas de los dedos de Yukito. Delineaban perfectamente de arriba hacia abajo la trayectoria que sus uñas habían seguido en su intento desesperado por trepar la barda y escapar.

Touya colocó cada uno de sus dedos en sincronía con las huellas dejadas por Yukito. Al principio las talló con suavidad, como si con eso pudiera borrarlas junto con su dolor. Luego, conforme la rabia se apoderaba de él las talló con más fuerza, las yemas de los dedos le ardían. No podía dejar de tallar. Jadeaba con desesperación. De impotencia, ira, dolor… Sus brazos se cansaron, las palmas de sus manos resbalaron conforme se recargaba sobre la barda, su rostro pegado a ella. Las lágrimas brotaron, primero lentas, para luego convertirse en un río que inundó su rostro. El llanto silencioso se convirtió en un gemido. Cayó de rodillas al mismo tiempo que unos firmes pero delicados brazos lo sostenían.

Hundió el rostro en el pecho de su padre. Las lágrimas resbalaban sobre su cara y se perdían en alguna parte de él. Fujitaka no pronunció palabra. Dejó que su hijo se desahogara. Dejó que todas las emociones acumuladas afloraran. Sabía que tarde o temprano lo necesitaría. Lo había visto mantenerse firme frente a Yukito y él, pero estaba seguro que el corazón le dolía. También le dolía a él.

Los espasmos de llanto de Touya se atenuaron poco a poco, hasta que solamente quedó un leve jadeo en su respiración. Seguía refugiado entre los brazos de su padre.

-Lo amas ¿Verdad? –Fujitaka hizo la pregunta que desde hacía mucho tiempo tenía guardada, mientras acariciaba la cabeza de su hijo con ternura.

Touya al principio se sorprendió. Pero lentamente bajó la guardia y sólo movió su cabeza en señal afirmativa.

-Pues si es así entonces debes decírselo.

-Pero… ¿Ahora…? Es decir…

-Hijo, Yukito está pasando por un momento muy doloroso. Y aunque sabe que hay personas que lo quieren, como Sakura y yo lo queremos, necesita saber que lo amas. Necesita saber que lo que le ocurrió no será un obstáculo para que pueda rehacer su vida. Para tener algún día la oportunidad de amar de verdad, de sentir que su cuerpo merece otra oportunidad.

-¡Papá…!

-Sí, y no me mires así, que sabes muy bien de lo que hablo. Tal vez ahora no sea prudente abrirte demasiado, podría sentirse presionado. Y sería contraproducente. Pero debes comenzar con detalles pequeños, que le hagan saber que estarás con él en todo momento. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?

-Creo que sí…

-Bien, ahora creo que lo mejor es que ordenemos un poco la casa y busquemos las cosas que Yukito necesitará. –Fujitaka ayudó a su hijo a ponerse de pie.

-Papá… Quiero pedirte un favor…

-Dime…

-Yukito tiene guardada una lata de pintura verde. Quisiera pintar la barda antes de irnos.

-Me parece bien, así aprovecharé a llamar a un cerrajero para que cambie la cerradura. Mientras yo asearé un poco la casa ¿Te parece?

-Está bien.

Fujitaka entró a la casa nuevamente mientras Touya lo observaba con respeto y cariño. No se imaginó nunca que su padre estuviese enterado de sus sentimientos hacia Yukito. ¿Acaso había sido tan obvio? Lo importante era que su padre ya lo sabía. Ya no tendría que disimular nada frente a él.

Pensar en eso lo hizo sentirse mejor.

 *-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Touya se tumbó en el sofá, exhausto. Su papá y él acababan de llegar de casa de Yukito. Llevaban consigo dos grandes maletas llenas de su ropa y demás cosas personales que necesitaría para su estancia indefinida en casa de los Kinomoto.

-¿Ya te sientes mejor hijo?

-Sí papá, gracias. Si no hubieras estado ahí yo… No sé que habría hecho.

Fujitaka dirigió una amable sonrisa a su hijo, le palmeó el hombro y se dirigió a la cocina para preparar la cena.

Touya se quedó un rato más sentado en el sofá. Descansó su rostro entre sus manos para relajarse. Necesitaba serenarse por completo antes de subir a su habitación. Sabía que en el momento que entrara Yukito lo observaría atentamente y no estaba seguro de poder mantener el control frente a él. Las emociones vividas horas antes en su casa habían dejado huella en sus ojos. Se fue a lavar la cara.

Mientras lo hacía recordó las palabras dichas por su padre en el jardín. Debía confesarle a Yukito que lo amaba, hacerle saber que lo que le había sucedido no influía en lo que sentía por él. Demostrárselo con pequeños detalles.

Lo haría. Ésa misma noche le confesaría a Yukito sus sentimientos.

Con éste último pensamiento Touya secó su rostro, recogió las maletas y subió a su habitación.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

-Bueno, terminamos. –Dijo Touya mientras cerraba el libro de texto y se estiraba para relajarse. Llevaban varias horas repasando las tareas que debían presentar al día siguiente. -¿Tienes hambre Yuki? ¿Quieres que te traiga algo de comer?

-No gracias To-ya, cené bastante. Más bien quisiera dormir. Estoy cansado. –Yukito se puso de pie mientras bostezaba.

Touya se levantó de su asiento. A pesar de que también estaba cansado él no tenía sueño. Estaba nervioso. Había llegado el momento de hablar con Yukito y no dejaría que él se durmiera hasta haberle dicho lo que tenía que decirle.

Yukito se acercó lentamente a la ventana. La pálida luz de la luna se filtraba por el cristal iluminando su rostro, acentuando aún más las facciones de su delicado perfil.

-Yuki…

-Dime To-ya…

-Necesito decirte algo… -Durante toda la tarde Touya había ensayado mentalmente las palabras que le diría, pero en ese momento se le olvidaron por completo. Estaba muy nervioso. –Yuki… Yo… Te amo. Te amo desde hace mucho tiempo…

Yukito bajó la vista sin moverse un centímetro de la ventana. Touya lo miraba a sus espaldas con expectación. Durante unos segundos que a Touya le parecieron eternos Yukito permaneció en silencio.

-To-ya yo… También… -Yukito se dio la media vuelta y se encontró de frente con dos hermosos ojos azules que lo miraban con ternura y amor.

Al escuchar esto Touya exhaló aliviado el poco aliento que tenía. Yuki… Su Yukito le correspondía. Estaba feliz, al fin había podido decírselo. Al fin podría demostrarle cuánto significaba para él. Quería abrazarlo, besarlo… Pero sabía que eso sería demasiado para él.

Lentamente fue acercándose. Sonriendo levantó su mano en un gesto de querer acariciar su rostro…

Pero Yukito dio un paso atrás.

La sonrisa de Touya se desvaneció.

-Yuki… –Touya alejó su mano del rostro de Yukito, bajó la mirada para que no viera las lágrimas que estaban a punto de brotar de sus azules ojos… -Yo… Perdona si te asusté…

-No To-ya… Perdóname tú. Es sólo que… -Yukito volvió a concentrar su mirada a través de la ventana.

-Dime Yuki… Por favor… Quiero saber.

-Yo… Necesito…

-¿Qué necesitas? Sólo pídemelo…

-Necesito… Tiempo. Necesito tiempo To-ya. Espero que me comprendas…

-Te comprendo Yuki. No te preocupes. Yo… Esperaré. Esperaré todo el tiempo que necesites. –Respondió Touya con la voz quebrada por las emociones encontradas.

Touya caminó hacia la puerta y volteó a ver el rostro de Yukito que aún seguía iluminado por la luz de la luna.

-Buenas noches… Yukito.

Y salió de la habitación.

Yukito siguió contemplando el resplandor de la luna. Recordó entonces la promesa que Touya le había hecho en voz baja la noche anterior.

“El tiempo lo cura todo. Tendré paciencia amor… Te lo prometo”.

-Buenas noches… Amor.