Capítulo 4: El veneno
Yukito subía detrás de Tôya por las escaleras para ir a su habitación pensando en lo mucho que amaba a ese chico duro de cabello castaño y ojos café. Y esa noche dormiría con él. Se alegró de que no se hubiese quedado con sus tíos. Cuando llegaron a la habitación y entraron, Tôya no dio tiempo a Yukito para nada. Agarró la cintura de Yukito y le dio un beso muy tierno en los labios.
-Qué desesperación no poder besarte durante todo el día-le susurró Tôya al oído.
-Te acabarías aburriendo...-sonrió Yukito.
-Lo dudo. No si eres tú a quien beso-y volvió a besar a Yukito-Te amo.
-Yo también-dijo Yukito, aunque casi no podía, Tôya le estaba matando a besos.
Yukito comenzó a devolver los besos a Tôya, cada vez más largos y húmedos, dejando que la lengua de Tôya explorase su boca y explorando la de Tôya con su lengua. Pronto pasaron a las caricias por la espalda, que poco a poco, iban moviéndose hacia el abdomen y subían a la cara, para dejar de besarse y mirarse a los ojos, y sin decir una palabra, jurarse amor eterno.
-¿Quieres acostarte?
-Sí...
Tôya levantó a Yukito y éste cerró sus piernas en la espalda de Tôya para llevarlo a la cama. Cuando intentó acostarlo, se tropezó con la pata de la cama (no prestaba mucha atención a lo que hacía excepto besar a Yukito), y cayeron los dos en medio de unas risas. Las risas se transformaron en sonrisas tiernas y Yukito no pudo evitar dejar escapar un te amo antes de que Tôya le tapase la boca con sus labios. Yukito acariciaba la espalda de Tôya, y algunas veces su cabello, mientras Tôya empezó a quitarle la camisa y besar con delicadeza su pecho desnudo hasta llegar al pantalón. Ahí miró a Yukito y volvió a besarle en los labios y le susurró:
-Ahora tú...
Yukito no tuvo que oír dos veces la petición para llevarla a cabo, así que se puso encima de Tôya y le desabrochó la camisa con los dientes. Besó el pecho de Tôya y volvió a besarle en la boca y también mordisqueó el lóbulo de la oreja y el cuello de Tôya. Yukito paró un momento y miró a Tôya. Parecía que querían abrirse el alma en esa mirada. Conocer hasta el más profundo de los sentimientos del otro mediante los besos, las caricias, los pequeños mordiscos y las miradas. Parecían desesperados, en busca del calor del otro, en busca del amor que tanto habían sentido pero que no se atrevieron a confesar, ahora podían manifestarlo sin ningún temor.
Yukito bajó hasta el cinturón de Tôya y se lo quitó. Luego desabrochó el pantalón y pudo comprobar cómo el miembro viril de Tôya estaba deseoso de escapar de la prisión que suponían los calzoncillos.
-¿Quieres?-preguntó Yukito, pero Tôya no contestó, así que Yukito volvió a formular la pregunta y se dio cuenta de que Tôya tenía los ojos cerrados. ¿Se habría dormido? Lo zarandeó pero no consiguió nada empezó a asustarse y se dio cuenta de que de la boca salía un líquido verde, y vio que los labios de Tôya estaban verdes y resecos. Se tocó los suyos y se dio cuenta de que también estaban resecos al igual que su boca. Se puso la camisa y bajó corriendo a avisar a Eriol, que dormía plácidamente.
-¡Eriol!¡Despierta!
-Mmm...¿Qué quieres?-preguntó soñoliento Eriol.
-Es Tôya...está inconsciente-dijo desesperado Yukito.
Esto despertó del todo a Eriol, que subió rápidamente a la habitación de Tôya y vio lo último que quería ver.
-Al fin...Clow-dijo un chico de ojos grises.
-¡Tú! ¿Qué le has hecho a Tôya?
-¿Eh?-se sorprendió Najey-¡Ah! Nada, tranquilo. Sólo le he envenenado.
-¡¿Qué?!-dijo Yukito.
-Tranquilo Yue, tú también estás envenenado después de tantos besos...-dijo sonriendo mientras se sentaba al lado de Tôya y le acariciaba la frente- Vaya, ya tiene fiebre. Normal en alguien sin poderes. Pero bueno, la cuestión es esta. Este chico morirá. Al igual que Yue, aunque tardará más al tener poderes mágicos, pero morirá igualmente.
-¿Y que ganas tú con eso?-preguntó Eriol
-Bueno...puedo daros el antídoto. A cambio...
-¿A cambio de qué?-peguntó Yukito muy enfadado
-De un poco de sangre de Sakura.