Capítulo 1: El encuentro
Tenía un regalo en sus manos, una pequeña caja forrada con un brillante papel rojo. Un presente, por su cumpleaños. En sus rodillas, un sobre blanco con una carta adentro.
Miró con impaciencia a todos lados, esperando encontrar a la autora de la inusual invitación, una cita, en su cumpleaños.
Se acomodó en el respaldar del banco que ocupaba, había mucha gente en el parque ese día, unos chiquillos correteaban persiguiendo a un pequeño cachorro, las parejas estaban dispersas por aquí y por allá, había uno que otro vendedor inoportuno, pero él casi no prestaba atención a lo que sucedía a su alrededor, sólo estaba pendiente de la persona que había dejado esa carta junto con el obsequio en su carpeta el día anterior, cuando el regresaba del baño, justo antes de que tocara la campana de salida.
Se sentía algo nervioso, estaba ansioso por saber quién era la particular autora de ese poema de amor que lo había impresionado. Sacó por décima vez el blanco y perfumado papel de su sobre para confirmar el lugar y la hora indicada. Sí, decía a las tres en punto, faltaban cinco minutos, pudo ver consultando su reloj. Cerró el sobre nuevamente y guardó el mensaje en el bolsillo interior de su chaqueta, no quería mostrar lo ansioso que estaba, releyendo una y otra vez la misiva, sobretodo cuando ella llegara...
-Hola, Touya la conocida voz provenía del lado de la banca.
-Yuki... Los ojos de Touya se abrieron con gran asombro, no se había dado cuenta de la presencia del muchacho. ¿Desde cuando había estado sentado allí sin que él lo notara?
-Como te vi tan concentrado no quise distraerte agregó Yukito con su peculiar sonrisa ¿Esperas a alguien?
Una suave brisa recorrió el lugar, haciendo estremecer las ramas de los árboles. El cabello de Touya siguió la dirección del viento.
-Ah... bien, pues sí, la verdad es que yo...
-Ya veo, es una cita, ¿verdad?
-Bueno, sí.
Touya se sentía algo alterado en esa situación, teniendo que darle explicaciones a su amigo, hubiera preferido mantener la cita en secreto, por si algo no salía como lo había planeado. No le gustaba para nada ser el centro de atención de los demás...
-¿Y qué haces tú por aquí? le dijo a Yukito, tratando de cambiar el rumbo de la conversación.
-Vine a pasear con mis abuelos, pero luego ellos se sintieron cansados y decidieron volver a casa. Yo les dije que me quedaría un poco más, disfrutando del aire fresco, fue cuando te encontré.
-Oh, ya veo...
Touya dejó escapar un suspiro, el tener a su amigo tan cerca en una cita íntima lo ponía aún más nervioso de lo que estaba. Y quiso que Yukito se fuera, que estuviera lejos de allí, sin determinar la razón por la que se sentía así.
Yukito parpadeó, comprendiendo la incomodidad de su amigo.
-Está bien Touya, no te preocupes, no te molestaré dijo amablemente, entrecerrando sus ojos.
-No, Yuki, no es eso, es que yo...
-Está bien, Touya, comprendo.
Yukito comenzaba a pararse cuando Touya lo detuvo.
-Lo siento... se disculpó Por favor, comprende, estoy algo nervioso, es todo, por favor, quédate.
Yukito asintió, sonriendo.
-Bien, sólo no te molestaré.
Efectivamente, el muchacho de anteojos se acomodó en el otro extremo de la banca, como si fuera un desconocido que no hubiese encontrado otro lugar desocupado donde sentarse. Sacó un pequeño libro del bolsillo de su chaqueta y comenzó a leerlo con interés. Touya se sintió culpable, a veces no evitaba ser algo rudo con el muchacho, sobretodo por su cercanía con él. Pero Yukito siempre se mostraba considerado y amable, lo cual balanceaba un poco su temperamental carácter.
Un viejo vendedor, ofrecía a unos niños sus globos de diferentes formas y colores, con una sonrisa entrenada y experta en sus rugosos labios.
Una silueta lo distrajo de sus pensamientos. Había una muchacha frente a él, a unos cuantos metros, con una entallada blusa y una minifalda que dejaba al descubierto sus torneadas piernas.
Era muy atractiva, observó Touya, pero parecía algo avergonzada, por la forma en la que enredaba sus dedos, además del ligero rubor que asomaba en sus mejillas.
Parecía indecisa, como si dudara en acercarse o no.
Otra chica, de su edad apareció de la nada, empujándola con algo de fuerza por la espalda.
-Vamos Kaede... no seas tímida resopló, con su voz chillona.
La joven de minifalda asintió, mirando a su compañera, comenzando a caminar pausadamente hacia Touya. Su largo cabello color miel se agitaba con cada paso que daba.
Kaede... Ikari Kaede repitió Touya en su mente. Era un año menor que él y estaba en un grado anterior en la escuela. Siempre había sido una chica aplicada, aunque demasiado reservada y tímida. El joven de cabello negro se sorprendió al saber que era ella la que lo había citado a ese parque, además de su agradable y llamativo aspecto. Si su amiga no la hubiera llamado por su nombre, probablemente habría tardado mucho tiempo en reconocerla. Se veía muy diferente sin esos lentes gruesos como fondos de botella, y con el sedoso cabello cayendo libremente en su espalda, en cambio del ceñido moño que siempre llevaba en clases y esa apretada blusa que resaltaba sus redondos...Tragó saliva, algo consternado ante sus pensamientos. Estaba simplemente...hermosa.
Touya se puso de pie prontamente, con el regalo en sus manos, como señal de que estaba allí para el encuentro y no por mera casualidad. Kaede se detuvo, algo insegura, evaluando la actitud de Touya.
Sus mejillas se enrojecieron de repente, y no evitó llevarse una mano al rostro para esconder su intenso rubor cuando el apuesto joven sonrió dulcemente.
El joven Kinomoto comenzó a caminar en dirección a ella, notando que su gesto la había tomado por sorpresa.
-No Touya, no vayas... escuchó a sus espaldas, a la vez que sentía como una mano se cerraba fuertemente sobre su brazo. Ladeó la cabeza, confundido.
-¿Yuki, pero qué...? observó contrariado a su amigo, sin poder comprender el por qué de su actitud. En un gesto brusco Yuki lo hizo girarse completamente, encarándolo. Touya vio en su rostro una extraña expresión, una que no le había visto nunca, mezcla de tristeza y reproche. Enarcó una ceja.
-Por favor...Touya... suplicó con voz apagada.
Los brazos de Yuki rodearon a Touya, el cual se estremeció ante la repentina presión. Estaba a punto de exigir una explicación cuando un cálido contacto en sus labios apagó las palabras que iba a pronunciar.
Yuki. Era Yukito, besándolo...
El joven abrió enormemente los ojos, con total estupor. Sintió como una mano rodeaba su cintura y como otra apretaba el cabello de su nuca con fuerza, para no dejarlo ir. Los suaves y ardientes labios del muchacho estaban sobre los suyos, besándolo profundamente, sus manos lo estrechaban con fuerza, impidiéndole cualquier movimiento.
Sintió que le daba vueltas la cabeza, sin saber qué hacer exactamente, un millón de pensamientos agolpándose en su mente, uno sobre otro. No...Esto no está pasando, es imposible. Debe ser un sueño, sí...eso es...Yukito me está besando. ¡Besando!.
No se dio cuenta cuando la pequeña caja había caído de sus manos, tampoco cuando la sorprendida Kaede había dado media vuelta, corriendo en dirección contraria con lágrimas en los ojos, ni cuando los murmullos de la gente se habían apagado...Las mejillas comenzaron a arderle, furiosamente.
Finalmente Yuki rompió el beso, separándose de él, justo cuando empezaba a faltarle el aire. Touya aspiró profundo, para recuperar el aliento, a la vez que ponía en orden los perturbados pensamientos en su cabeza.
Yuki bajó los ojos, separándose pausadamente de él, con total tranquilidad.
Touya intentó decir algo y abrió la boca, pero de su garganta sólo escapó un sonido inarticulado.
El muchacho de anteojos se reclinó y recogió el regalo que había dejado caer su amigo, levantándolo lo colocó entre las manos de Touya, quien lo cogió sin siquiera hacer un movimiento. Sólo miraba atónito, aturdido a Yuki.
-Feliz cumpleaños... dijo en un susurro, antes de dar media vuelta y caminar pausadamente hacia un extremo del lugar, dejando a un muy sorprendido y ruborizado Touya tras de sí.
El joven Kinomoto lo observó alejarse, hasta perderlo de vista entre la gente del parque. Entreabrió la boca y se llevó dos dedos a su labio inferior, recorriéndolo de extremo a extremo, como hace unos momentos los labios que Yukito lo habían hecho. Sintió cómo algo iba apoderándose de ellos, una inusual sensación, un particular y extraño sabor...
Entonces levantó la vista, tomando por fin conciencia de que estaba en un parque atestado de gente, y no en un lugar donde podría tomarse esas libertades. Las personas lo habían rodeado a una distancia prudente, observándolo fijamente, algunos con la boca abierta sin poder decir nada, sin soltar ninguna exclamación, los niños que jugaban con la mascota se habían quedado sorprendidos y hasta el perrito blanco parecía mirarlo de manera extraña. Sonriendo tontamente, encaró a los curiosos que se habían detenido para verlo, pestañeó varias veces, sin saber qué decir, algunos comenzaron a murmurar. Fue cuando se escuchó un alarido proveniente del vendedor de globos, que al estar prestando atención a la inusual escena había dejado ir algunos de ellos y los perseguía velozmente para darles alcance. Aprovechó la distracción para escapar, escabulléndose entre la gente, aclarando la garganta y evitando cautamente las miradas como si no hubiera nada más que explicar.